martes, 22 de julio de 2014

- Un Corazón ante el dolor del mundo

Los sufrimientos del mundo y el Corazón maternal
El sucesor de Pedro se presenta aquí también “como testigo de los inmensos sufrimientos del hombre,” como testigo de las amenazas casi apocalípticas que se ciernen sobre las naciones y la humanidad. Y trata de abrazar estos sufrimientos en su débil corazón humano, mientras se pone frente al misterio del Corazón, del Corazón de la Madre, del Corazón Inmaculado de María.
En virtud de estos sufrimientos, con la conciencia del mal que corre por el mundo y amenaza al hombre, las naciones y la humanidad, el Sucesor de Pedro se presenta aquí con una “fe mayor en la redención del mundo; fe en aquel Amor salvífico que es siempre mayor,” siempre más fuerte que todos los males.
Así, si por un lado el corazón se siente oprimido por el sentido del pecado del mundo, así como por la serie de amenazas que se ciernen sobre el mundo, por otro lado el mismo corazón humano “se abre a la esperanza” al hacer, una vez más, lo que han hecho mis predecesores: es decir, entregar y confiar el mundo al Corazón de la Madre, confiarle especialmente aquellos pueblos que lo necesitan de modo particular. Este acto quiere significar el entregar y confiar el mundo a Aquél que es Santidad infinita. Esta Santidad significa redención, significa amor más poderoso que el mal. Jamás un "pecado del mundo" podrá superar este Amor.
Una vez más. En efecto, la llamada de María no es para una sola vez. Queda abierta siempre a las nuevas generaciones, para ser correspondida según los "signos de los tiempos", siempre nuevos. Hay que volver incesantemente a esta llamada. Hay que acogerla siempre de nuevo.

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