martes, 22 de marzo de 2016

- María quiere poner amor en los corazones

Quienes piensen que la misión profética de Fátima  ha terminado están equivocados. Revive el designio de Dios que interpela a la humanidad desde sus orígenes: “¿Dónde está tu hermano Abel? (...) “Se oye la voz de la sangre de tu hermano clamar desde la tierra.” El hombre ha podido desencadenar un ciclo de muerte y de terror, y no consigue interrumpirlo.

En las Sagradas Escrituras se ve con frecuencia que Dios busca a los justos para salvar la ciudad de los hombres, lo mismo sucede  en Fátima, cuando Nuestra Señora pregunta:  "¿Queréis ofreceros a Dios para asumir todas los sufrimientos que os quiera enviar en reparación de los pecados por los que es ofendido y para interceder por la conversión de los pecadores? (Memorias de Sor Lucía, I, p.162). 

Para la humanidad  dispuesta a sacrificar sus lazos más fuertes sobre el altar del egoísmo mezquino de la nación, del grupo étnico, de la ideología, de la comunidad social,  nuestra Madre bendita bajó del Cielo para poner en el corazón de aquellos que se encomienden a Ella, el amor de Dios que arde en el suyo. 

Papa Benedicto XVI,
Homilía en el santuario de Fátima, 13 mayo 2010


martes, 8 de marzo de 2016

- Fátima, mensaje de esperanza para el mundo

El obispo de Leiría-Fátima, Antonio Marto, señaló que el mensaje de Fátima, “después de las Escrituras” es la “denuncia más fuerte e impresionante del pecado del mundo” lo que “invita a toda la Iglesia y al mundo a un serio examen de conciencia”.
El obispo que participó con la disertación “Fátima, mensaje de misericordia y de esperanza para el mundo”, destacó la importancia y la actualidad del mensaje de Fátima, sobre todo a la luz del mundo actual.
“Fátima es, verdaderamente, un fenómeno y un acontecimiento que se va desvelando y desarrollando a lo largo de la historia y se convirtió en un punto de referencia y de irradiación inevitable para la historia de la Iglesia y de la humanidad” afirmó.
“Lo que impresiona y causa espanto –prosiguió el obispo de Leiria-Fátima– es que el contexto y el contenido del mensaje no se restringe a un camino de fe personal de los pequeños videntes”, sino que “es de alcance histórico y mundial: se sitúa en el centro de las preocupaciones mundiales y de los acontecimientos  más trágicos del siglo XX”.
Se refirió a su contexto, con particular incidencia en “los dos grandes conflictos, la primera y la segunda Guerra Mundial; los totalitarismos en las versiones del estalinismo y del nazismo; la ‘mentira sistemática’ para reescribir la historia; un programa de negación de Dios; la aniquilación y la muerte del ser humano y el desprecio total de la dignidad de la persona, en la expresividad numérica de decenas de millones de víctimas, en nombre de la pureza radical de la ideología, de la revolución o de la raza, elevadas a la categoría de nuevas divinidades”.
Ante esta situación de la “humanidad herida”, el mensaje de Fátima es, aseguró el obispo, “portavoz del clamor de la víctimas” y se convierte en una “invitación a leer la historia a partir de las víctimas, a detenerse ante el misterio del hombre delante del misterio de Dios”.
Para el obispo de Leiria-Fátima, “la singular coincidencia temporal de estas apariciones con horas históricas de extrema gravedad” constituyó una intervención divina en la historia de la humanidad “mediante el rostro materno de María, una luz sobre la historia del mundo”.
El núcleo del mensaje está, en la “invitación a reconducir hacia el centro de la vida cristiana y del mundo la adoración de Dios, Señor de la Historia, el reconocimiento de su primacía, la adhesión a su voluntad salvífica, la invitación a encender el deseo de amor a Dios y estimular la práctica del amor reparador”.

Y así, concluyó asegurando que tal y como los pastorcitos “son llamados, desde la periferia, a intervenir en la historia a favor de la paz” a través de la adoración, de la devoción reparadora, de la conversión y del propio sacrificio según las costumbres piadosas de la época” también hoy los cristianos están convocados a intervenir, conscientes de que “el Inmaculado Corazón de María triunfará y será concedido al mundo un periodo de paz”.