miércoles, 16 de agosto de 2017

- María es un modelo de virtud y de fe

El Evangelio nos presenta a la joven de Nazaret, que recibió el anuncio del Ángel, y parte de prisa para estar cerca de Isabel, en los últimos meses de su embarazo prodigioso. Viniendo de ella, María recoge de su boca las palabras que vinieron a formar la oración de “Ave María”, ‘Bendita tú entre las mujeres y bendito es el fruto de tu seno’ (Lc 1:42). De hecho, el regalo más grande que María ofrece a Isabel – y al mundo – es Jesús, que ya vive en ella; y vive no sólo por la fe y por la espera, al igual que muchas mujeres del Antiguo Testamento: Jesús tomó de la Virgen la carne humana, para su misión de salvación.
En la casa de Isabel y su esposo Zacarías, donde antes reinaba la tristeza por la falta de hijos, ahora existe la alegría de un bebé en camino: un niño que se convertirá en el gran Juan Bautista, el precursor del Mesías. Y cuando llega María, la alegría desbordante brota de los corazones, porque la presencia invisible pero real de Jesús llena todo de significado: la vida, la familia, la salvación de la gente… Todo!
Esta alegría completa se expresa con la voz de María en la hermosa oración que el Evangelio de Lucas ha transmitido a nosotros y que, desde la primera palabra latina, que se llama Magnificat. Es un canto de alabanza a Dios, que hace cosas grandes a través de personas humildes, desconocidas para el mundo, como la misma María, como su esposo José, y también como el lugar donde viven, Nazaret. Las cosas grandes que Dios ha hecho con las personas humildes, las cosas grandes que el Señor hace en el mundo con los humildes, porque la humildad es como un espacio que deja sitio para Dios. El hombre humilde es poderoso porque es humilde: No porque es fuerte. Y esta es la grandeza del humilde y de la humildad.
El Magníficat canta al Dios misericordioso y fiel, que cumple su plan de salvación con los más pequeños y los pobres, con los que tienen fe en Él, que confían en su Palabra, como María. Esta es la exclamación de Isabel: “Bienaventurados los que han creído” (Lc 1,45). En esa casa, la venida de Jesús a través de María ha creado no solo un ambiente de alegría y de comunión fraterna, también un ambiente de fe que lleva a la esperanza, a la oración, a la alabanza.
Todo esto nos gustaría que sucediera hoy en día en nuestros hogares. Celebrando la fiesta de Santa María de la Asunción, nos gustaría que, una vez más, trajese a nosotros, a nuestras familias, a nuestras comunidades, ese don inmenso, la única gracia que hay que pedir siempre antes y por encima de las otras gracias que pedimos: ¡la gracia que es Jesucristo!
Trayendo a Jesús, María nos trae también una nueva alegría, llena de significado; que trae una nueva capacidad de superar con fe los momentos más dolorosos y difíciles; esto nos trae la capacidad de misericordia, de perdonarnos, de comprendernos, de sostenernos unos a otros.
María es un modelo de virtud y fe. Al contemplarla hoy en el Cielo, al final de su camino en la tierra, la agradecemos porque siempre nos precede en la peregrinación de la vida y de la fe – es la primera discípula-. Y le pedimos que nos custodie y nos sostenga; que podamos tener una fe fuerte, alegre y misericordiosa; que nos ayude a ser santos, para encontrarnos con Ella, un día, en el Paraíso.
  María, Reina de la paz, que hoy contemplamos en la gloria celestial, te confiamos una vez más las angustias y dolores de las poblaciones que en tantas partes del mundo están sufriendo debido a los desastres naturales, tensiones sociales o conflictos. ¡Que nuestra Madre celestial nos de a todos consuelo y un futuro de serenidad y de concordia!

*Angelus del 15 agosto 2017

martes, 15 de agosto de 2017

- Nunca la Iglesia ha sido tan acosada como ahora.

En la misa de la Asunción el cardenal Cañizares ha hecho un llamamiento a “avivar la esperanza firme” en Dios, y a “dar razones de esta esperanza” porque, frente a las persecuciones e inseguridades, “su victoria ya se ha dado en María”. La Iglesia es hoy, con María testigo de esperanza, camino en esperanza y llama a la esperanza; tiene la certeza de la presencia de Jesucristo en ella, de que Dios no la deja en la estacada, como no deja en la estacada al hombre por la resurrección de Jesucristo”.
 En su homilía ha descrito como “muchos cristianos están sumidos hoy en una época y en una sociedad afectadas a menudo por un oscurecimiento de la esperanza en la que tantos hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin ánimo, sin aliento, envueltos en una gran pérdida de la herencia cristiana, unida a una especie de agnosticismo práctico y de indiferencia religiosa y un cierto miedo al futuro, aprisionados en el aquí y el ahora”. 
 Ante esta situación, el Cardenal ha animado a los cristianos a “dar razones de nuestra esperanza” y ha recordado que “el Hijo que dio a luz María es garantía de la victoria, certeza de la esperanza, y la Iglesia es hoy, con María testigo de esperanza, camino en esperanza y llama a la esperanza; tiene la certeza de la presencia de Jesucristo en ella, de que Dios no la deja en la estacada, como no deja en la estacada al hombre por la resurrección de Jesucristo”.
 Además, también “la Iglesia en su peregrinar a lo largo de los siglos XX y XXI ha padecido muchas tribulaciones, y nunca tal vez en la historia se ha visto acosada como en este periodo”, algo que “está siendo una prueba muy severa para la Iglesia”, ha precisado.
Sin embargo, “aunque se empeñen con ataques y persecuciones y aunque nos empeñemos los mismos cristianos con nuestras infidelidades y cobardías, no vencerán porque la victoria ya se ha dado y la señal y la prueba es María, glorificada y coronada”, ha precisado.
Por ello, al celebrar hoy la solemnidad de la Asunción de la Virgen, “se aviva en la Iglesia y en los cristianos la esperanza firme y se siente movida a dar razones de la esperanza que le anima, aún con el martirio, encarnación suprema y gozosa del evangelio de la esperanza”.

“Con María renace la esperanza en tomar parte en el triunfo de Cristo sobre la muerte, ella es nuestra victoria, aquí se nos hace palpable la esperanza, María alienta y anima nuestra esperanza en medio de tantas y tantas dificultades y en ella encuentra la Iglesia también su gran esperanza”….(Valencia, España,15 agosto 2017)