jueves, 15 de junio de 2017

- ¿Por qué Fátima es tan importante?

Han pasado cien años. Y Fátima se mantiene impertérrita, como si hubiese algo que esperar del lugar de las apariciones, de su mensaje, de su significado más profundo.
Lo sucedido en Fátima es uno de los acontecimientos más misteriosos de la Historia. El día trece de mayo de 1917 tres pastorcitos de 10, 9 y 7 años dijeron haber visto a una Señora «más brillante que el sol», que había bajado del cielo para trasmitir a la Iglesia y a la humanidad un mensaje. Los incrédulos se rieron, la prensa laica habló de «supersticiones medievales», e incluso, gran parte del clero dio vuelta la espalda. Pero multitudes crecientes de peregrinos y curiosos siguieron aproximándose al lugar de los hechos los «trece» de cada mes. Los pastorcitos anunciaron que el «trece» de octubre la Señora obraría sucesos extraordinarios para testificar su presencia. Y ese día, a la vista de todos, ocurrió lo que los historiadores llaman el «milagro del sol». Un acontecimiento apocalíptico, presenciado aproximadamente por cien mil personas, en las que el sol se precipitó sobre las multitudes aterrorizadas. Pero al mismo tiempo los ciegos vieron, los sordos escucharon, los paralíticos caminaron. Y la prensa anti-clerical registró anonadada los sucesos. Jacinta y Francisco, los dos pastorcitos más pequeños, murieron pronto, según ellos mismos habían anunciado, transmitiendo algunas valiosas pistas sobre el anuncio profético dejado por la Virgen. Lucía, la sobreviviente, sería con el tiempo religiosa carmelita, se comunicaría con los Papas y moriría recién el año 2005, unos meses antes que Juan Pablo II.
Han pasado cien años. Y Fátima se mantiene impertérrita, como si hubiese algo que esperar del lugar de las apariciones, de su mensaje, de su significado más profundo. Las multitudes siguen llegando como si no hubiera pasado el tiempo. La prensa mundial continúa interesándose en el caso. Quizás porque el año 2000, en el cambio de siglo, la Santa Sede dijo que ya había revelado todo lo referente al mensaje de la Señora. Incluso el Cardenal Ratzinger, que ese mismo año estableció que en la materia ya no quedaban profecías pendientes, el año 2010, como Benedicto XVI, proclamó que la Cristiandad debía esperar el cumplimiento de la profecía más esperanzadora: «Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará». Aunque no se sabe cómo se llegará a eso.
Sea lo que sea, Fátima no se reduce a una devoción individual, aunque ello le es esencial. Por ejemplo, Sor Lucía insistió que al rezo del rosario le fue concedido en estos tiempos un poder de intercesión mucho más poderoso que en el pasado. Por eso, hoy más que nunca es necesario aproximarse a la Señora, la intercesora misericordiosa ante el gran Dios. Quienes no la conocen, también pueden golpear sus puertas. Es Madre. Y de todos. Pero no lo olvidemos. También es Reina, y Reina de la historia. De nuestra historia y de la del mundo que viene.