sábado, 1 de noviembre de 2014

- María Mediadora materna en el Purgatorio

María Mediadora de todas las almas del Purgatorio
Mediante la mediación materna que ejerce la Virgen María en el Purgatorio, donde ella verdaderamente es Reina y Soberana, aliviando y liberando a las almas que se encuentran detenidas, la Santísima virgen justifica, plenamente, los amables símbolos bajo los cuales los mismos Padres de la Iglesia gustan designarla e invocarla. Ella es la puerta de cielo, la puerta de la vida eterna, la celeste puerta a través de cual pasamos del exilio al cielo; la puerta siempre abierta del paraíso.
He aquí un testimonio todavía más convincente: el de la Santísima Virgen misma hablando a Santa Brígida, como se puede ver en el libro de las Revelaciones de esta gran contemplativa: “Yo soy, dice la Reina del cielo y la Madre de las misericordias, la dicha de los justos y la escala de los pecadores. No hay pena alguna en el Purgatorio que, mediante mi auxilio, no se vuelva más suave y más fácil de soportar”. Y en otra circunstancia ella agregó: “Yo soy la Madre de Dios, la Madre de todos aquellos que están en el Purgatorio, porque todas las penas que se inflingen a los pecadores para la expiación de sus faltas se ablandan por mi oración”. Y Jesucristo, nuestro Señor mismo, le dice, como lo refiere santa Brígida, hablando a María: “¡Tú eres mi Madre y la consolación de todos aquellos que están en el Purgatorio!”
Este es el testimonio de la Iglesia, sostén y columna de la verdad, lo mismo que las declaraciones y las revelaciones de los santos en lo tocante al punto que nos ocupa. En su oración litúrgica de la misa cotidiana por los difuntos, la Iglesia solicita la clemencia del Padre de las misericordias, que perdona y que salva: y pide por nuestros hermanos, nuestros semejantes, y nuestros benefactores la entrada en la eterna beatitud; y para obtener esta gracia no podría hacer nada mejor que encomendarse a la intercesión de la bienaventurada Virgen María. Ya que María se ocupa de las almas del Purgatorio, pues tiene capacidad para intervenir en su favor, y si pide por ellas, serán auxiliadas y salvadas, porque la oración de María es eficaz y obtiene siempre su efecto; Dios lo quiere así para honrar a su Madre.
La conclusión práctica que podemos sacar de esta doctrina es muy simple. Encomendemos nuestros difuntos a la Madre de Dios que es, a la vez, Madre de los hombres; ofrezcámosle las oraciones y la buenas obras que les queremos aplicar y. de golpe, aumentaremos su valor y eficacia. “La tierra posee apóstoles, patriarcas, profetas, mártires, confesores, vírgenes, lo mismo que otros tantos auxilios que imploro, porque tú eres la soberana de los órdenes angélicos. Todo lo que los ángeles pueden contigo, tú lo puedes sola, sin ellos. ¿Por qué lo puedes? Porque eres la Madre de Nuestro Salvador, la Reina del cielo y de la tierra. Por eso recurro a ti, oh Santa Madre de Dios, para suplicarte humildemente que alivies y liberes a las almas que gimen en el Purgatorio. Es la última gracia que esperan de ti, oh Madre de la divina gracia!”
El Misterio de María Corredentora

El término “Corredentora” jamás pretende disminuir la preponderancia y la universalidad de la obra de mediación de Cristo, sino que se refiere a ella y también muestra la fuerza. El término “Corredentora” tiene una larga tradición en la Iglesia. Se puede encontrar en los escritos de los Padres de la Iglesia, de santos y de papas. Edith Stein, Maximiliano Kolbe, Padre Pío, Madre Teresa y sor Lucía de Fátima lo han defendido fuertemente en los tiempos actuales. Los Papas Pio XII, Pablo VI y Juan Pablo II ha usado el término varias veces.
El Papa Pío XII en su encíclica “Ad Caeli Reginam” del 11 de octubre de 1954 ampliando la analogía entre Eva y María, se refirió al testimonio de San Ireneo: “De estas consideraciones podemos concluir lo siguiente: en la obra de la redención, María, por designio de Dios, fue unida con Jesucristo, la causa de salvación, de manera muy semejante a la que Eva fue unida con Adán, la causa de la muerte. Por lo tanto, puede decirse que la obra de nuestra salvación fue llevada a cabo por una "restauración" (San Ireneo) en la que la raza humana, así como fue sentenciada a morir por una virgen, fue salvada por una virgen”.

El Papa Paulo VI en su "Credo del Pueblo de Dios," el 30 de junio de 1968 unió los temas estrechamente relacionados de "asociada del Redentor" y "nueva Eva," al formular la creencia de la Iglesia en la Virgen María: “Unida por un vínculo indisoluble al misterio de la encarnación y redención, la Santísima Virgen María, la Inmaculada, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los justos; y creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo ejercitando su oficio materno con respecto a los miembros de Cristo, cooperando para que las almas redimidas nazcan y crezcan en la vida divina
 El Papa, al sintetizar los principales dogmas marianos: que María es Madre de Dios, siempre Virgen, concebida inmaculada, asunta al cielo y, al mismo tiempo, subraya su espiritualidad maternal y sus oficios corredentores y mediadores. Virtualmente inseparable del concepto de María como "nueva Eva," está su asociación íntima con la vida, sufrimientos y muerte de Cristo. Por lo tanto, el hecho de describirla como asociada o compañera del Redentor [socia Redemptoris], se convierte en otra manera de reconocer la participación activa única que tuvo en la redención.

San Juan Pablo II En el saludo que dirigió a los enfermos el 8 septiembre de 1982 dijo: “Maria, aunque concebida y nacida sin mancha de pecado, participó de una manera maravillosa en los sufrimientos de su divino Hijo, para poder ser la Corredentora de la humanidad”.
*En ocasión de la fiesta de su santo patrono, Carlos Borromeo, en 1984, el Papa ofreció estos pensamientos en su alocución del Angelus en Arona: “Hacia nuestra Señora - La Corredentora - San Carlos volvió la mirada con acentos singularmente revelatorios: comentando la pérdida de Jesús a los doce años en el Templo, reconstruyó el diálogo interior que pudo haber habido entre la Madre y el Hijo, y añadió: "sufrirás dolores mayores aún, Oh Madre bendita, y continuarás viviendo; pero la vida para ti será mil veces más amarga que la muerte. Verás cómo entregan a tu Hijo inocente en las manos de los pecadores... Lo verás brutalmente crucificado entre ladrones; verás su santo costado abierto por la estocada cruel de una lanza; finalmente, verás derramarse la sangre que tú misma le diste. ¡Y sin embargo no podrás morir!" (De la homilía pronunciada en la Catedral de Milán el domingo después de Epifanía, 1584)
*San Juan Pablo II El 31 de marzo de 1985, domingo de Ramos y día mundial de la Juventud, el Papa habló sobre la inmersión de María en el misterio de la pasión de Cristo: “María acompañó a su divino Hijo en el más discreto silencio, ponderando todo en las profundidades de su corazón. En el calvario, permaneciendo al pie de la cruz, en la inmensidad y profundidad de su sacrificio maternal, tenía a Juan a su lado, el Apóstol más joven. Que María, nuestra Protectora, la Corredentora, a quien ofrecemos nuestra oración con gran efusión, haga que nuestro deseo corresponda generosamente con el deseo del Redentor.”
*El 24 de marzo de 1990, el Santo Padre Juan Pablo II se dirigió a los participantes voluntarios de una peregrinación de la Alianza del Transporte de Enfermos a Lourdes así como a los enfermos que atienden, con estas palabras: “¡Que María Santísima, Corredentora de la raza humana junto con su Hijo, les otorgue siempre fortaleza y confianza!
*Asimismo, al conmemorar el sexto centenario de la canonización de Santa Brígida de Suecia, el 6 de octubre de 1991, Juan Pablo II dijo: “Santa Brigida miró a María como su modelo y apoyo en todos los momentos de su vida. Habló energéticamente del privilegio divino de la Inmaculada Concepción de María. Contempló su asombroso oficio como Madre del Salvador. La invocó como la Inmaculada Concepción, nuestra Señora de los Dolores y Corredentora, exaltando la singular misión de María en la historia de la salvación y la vida del pueblo Cristiano”.

Los títulos de Corredentora, Mediadora y Abogada nos permiten visualizar el rol de María en nuestra salvación de una manera lógica y coherente: Es precisamente debido a la participación especial e íntima de Nuestra Señora en el trabajo de la redención (como Corredentora) que ella puede ser la distribuidora (Mediadora) de todas las gracias y la gran intercesora (Abogada) para sus hijos después del mismo Jesús (Heb. 7:25; 1Jn 2:1) y el Espíritu Santo (cf. Jn 14:16, 26; 15:26; 16:7).