martes, 28 de julio de 2015

- Fátima, una ventana de esperanza

Nos encaminamos hacia la conmemoración del Centenario de las apariciones de Fátima.
Bien sabe la Iglesia que Fátima no es “una advocación más” de la Virgen. Lo que ocurrió en 1917 en ese rincón de Portugal, ha sido y continúa siendo como una ventana de esperanza que Dios abre cuando el hombre le cierra la puerta, según lo expresó Benedicto XVI el 13 de mayo de 2010. Bien lo sabía también san Juan Pablo II, que en tres ocasiones viajó a esa “casa” de María...
El 13 de octubre de 2013, aniversario de la última aparición de la Virgen, Francisco hizo en Roma un acto de consagración delante de su imagen, traída desde Fátima. Diez días más tarde, quiso dedicar la Audiencia de los miércoles a mirar a María como imagen y modelo de la Iglesia (...) “en el orden de la fe, del amor y de la unión perfecta con Cristo”. Dijo el Papa que, así como la fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel (...) en este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro a Cristo, encarnación del amor infinito de Dios.
En el orden de la caridad, así como María llevó a Jesús, la Iglesia también lo hace: esto es el centro de la Iglesia, ¡llevar a Jesús! Exclamaba el Papa Francisco. María, modelo de unión con Cristo. Explicó el Papa que María cumplía todas sus acciones en unión perfecta con Jesús. Pero esta unión alcanza  su culmen en el Calvario: aquí María se une al Hijo en el martirio del corazón y en el ofrecimiento de la vida al Padre para la salvación de la humanidad.
El reconocimiento de la maternidad divina de María es, pues, un fruto de ese infalible “instinto sobrenatural” de los fieles que desde siempre han disfrutado la certeza de ser realmente hijos de María. En la misma ocasión, meditando las palabras de Jesús a su Madre al pie de la cruz (Jn 19, 27), explicaba Francisco que ellas tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. (...) La “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento en que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, a todos, y los ama como los amaba Jesús.
A partir de ese momento, la Madre de Jesús es también Madre de los hombres y comienza a cuidar de ellos: en el Calvario mantiene  encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.
María es ejemplo de aquel amor maternal que es necesario cultivar para dar a luz a Jesucristo en las almas. El Papa dirá ahora que hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño
La “revolución de la ternura”, que el Papa quiere promover en la Iglesia para el bien de todos los hombres, tiene en María su paradigma y su esperanza: Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio.(...) Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno.
La hora de la Cruz y la de la Resurrección, siempre contiguas e inseparables en la historia  de la Esposa de Cristo, han sido también, en todo momento, horas de recogimiento en torno a Nuestra Madre Santa María.
Quiera Dios que, al exaltar la Iglesia solemnemente en nuestros días la amorosa Maternidad espiritual de la Señora, y su incansable y todopoderosa Mediación por nosotros ante su Hijo, resuene eficazmente en la conciencia de los cristianos, y a través  de ellos, en toda la Humanidad, el eco de su buen consejo: Haced lo que Él os diga”.


MARIA, MADRE y MEDIADORA, ESPERANZA DE LA IGLESIA EN LA HORA DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN - Documento del Obispo de Minas, 2015

miércoles, 15 de julio de 2015

- Sor Lucia: la familia y los ataques que sufre

..."Sor Lucía, la vidente de Fátima, escribe: “la batalla final entre el Señor y el reino de Satanás se centrará en el matrimonio y la familia. No tengáis miedo pues todos aquellos que trabajen por la santidad del matrimonio y de la familia, serán siempre combatidos y odiados por todos lados, porque es el punto decisivo”. 
Sor Lucía advertía que "era el punto central porque tocaba la columna que sostenía toda la Creación, la verdad sobre la relación entre el hombre y la mujer, y entre las generaciones. Cuando se toca el eje central, todo el edificio se derrumba, es lo que estamos viendo, en este momento.” 
En conclusión, añadía: “No obstante, Nuestra Señora ya le aplastó la cabeza”.

En una entrevista en el mensual La voce di Padre Pio (marzo de 2015), el Cardenal Caffarra cuenta que escribió a Sor Lucía para pedirle su oración, Juan Pablo II había nombrado al Cardenal encargado de la Fundación del Instituto Pontifical de Estudios del matrimonio y la familia.

“Al inicio de los trabajos, explica Caffarra, escribí a Sor Lucía (…). No me esperaba recibir una respuesta (sólo le había pedido sus oraciones por el proyecto), días después recibí una larga carta firmada de su mano (…).

En esta carta, Sor Lucía escribe: “la batalla final entre el Señor y el reino de Satanás se centrará en el matrimonio y la familia. No tengáis miedo pues todos aquellos que trabajen por la santidad del matrimonio y de la familia, serán siempre combatidos y odiados por todos lados, porque es el punto decisivo”. En conclusión, añadía: “No obstante, Nuestra Señora ya le aplastó la cabeza”.

Lucía advertía que era el punto central porque tocaba la columna que sostenía toda la Creación, la verdad sobre la relación entre el hombre y la mujer, y entre las generaciones. Cuando se toca el eje central, todo el edificio se derrumba, es lo que estamos viendo, en este momento.” 

- El poder del Rosario

 El mensaje de la Virgen de Fátima sobre el poder del Santo Rosario comienza desde el primer día de las apariciones, el 13 de mayo de 1917. La Virgen de Fátima en aquella ocasión abrió sus manos y les comunicó a los tres una luz divina muy intensa. Ellos cayeron de rodillas y alabaron a la Santísima Trinidad y al Santísimo Sacramento. Luego la Virgen señaló: “Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”.
En la segunda aparición la Virgen María se les presentó después que ellos rezaron el Santo Rosario, y en la tercera ocasión Nuestra Señora les dijo: “Cuando recéis el Rosario, decid después de cada misterio: ‘Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente las más necesitadas’”.
Para la cuarta aparición ya muchos sabían de las apariciones de la Virgen a los pastorcitos. Entonces Jacinta le preguntó a la Madre de Dios lo que quería que se hiciera con el dinero que la gente dejaba en Cova de Iría. La Virgen les indicó que el dinero era para la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario y que lo que quedaba era para una capilla que se debía construir.
Más adelante, tomando un aspecto muy triste, la Virgen les manifestó: “Rezad, rezad mucho y haced sacrificios por los pecadores, porque muchas almas van al infierno por no tener quién se sacrifique y rece por ellas”.
Al llegar el día de la quinta aparición, los niños pudieron llegar a Cova de Iría con dificultad debido a las miles de personas que les pedían que presentaran sus necesidades a Nuestra Señora. Los pastorcitos se pusieron a rezar el Rosario con la gente y la Virgen, al aparecerles, animó nuevamente a los niños a continuar rezando el Santo Rosario para alcanzar el fin de la guerra.
En la última aparición, antes de producirse el famoso milagro del sol, en el que el astro pareció desprenderse del firmamento y caer sobre la muchedumbre, la Madre de Dios pidió que hicieran en ese lugar una capilla en su honor y se presentó como la “Señora del Rosario”. Posteriormente, tomando un aspecto más triste dijo: “Que no se ofenda más a Dios Nuestro Señor, que ya es muy ofendido”. Esto sucedió el 13 de octubre de 1917.
40 años después, Lucía, convertida en monja carmelita descalza, dio una entrevista al entonces Postulador de la Causa de Beatificación de Francisco y Jacinta Marto y a algunos miembros del alto clero. Allí manifestó que la Santísima Virgen les dijo, tanto a sus primos como a ella, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo: el Santo Rosario y el Inmaculado Corazón de María.
“No hay problema por más difícil que sea: sea temporal y, sobre todo, espiritual; sea que se refiera a la vida personal de cada uno de nosotros o a la vida de nuestras familias, del mundo o comunidades religiosas, o a la vida de los pueblos y naciones; no hay problema, repito, por más difícil que sea, que no podamos resolver ahora con el rezo del Santo Rosario”, enfatizó la religiosa.
Asimismo, destacó que con el Santo Rosario nos salvaremos, nos santificaremos, consolaremos a Nuestro Señor y obtendremos la salvación de muchas almas. “Por eso, el demonio hará todo lo posible para distraernos de esta devoción; nos pondrá multitud de pretextos: cansancio, ocupaciones, etc., para que no recemos el Santo Rosario”, advirtió.
En este sentido resaltó que el programa de salvación es brevísimo y fácil porque con el Santo Rosario “practicaremos los Santos Mandamientos, aprovecharemos la frecuencia de los Sacramentos, procuraremos cumplir perfectamente nuestros deberes de estado y hacer lo que Dios quiere de cada uno de nosotros”.
“El Rosario es el arma de combate de las batallas espirituales de los últimos tiempos”, afirmó la vidente de la Virgen de Fátima.