miércoles, 1 de abril de 2015

- Con la Virgen María al pie de la Cruz

Hay mucho que reparar, empezando por cada uno de nosotros, y luego por los demás. Y contemplemos también cómo María es corredentora en la pasión de su hijo, pues a ella no se le ahorró el sufrimiento de tener que entregar a su hijo (como sí se le ahorró a Abraham). Y al estar el Corazón inmaculado de María unido espiritualmente al Sagrado Corazón de Jesús, los sufrimientos de Jesucristo fueron también los de la madre. Contemplemos, hermanos, cómo aquel bendito viernes santo fueron sacrificados a la vez en el Calvario el cuerpo de Cristo y el corazón de María.

 .LA CORREDENCIÓN ES EL PRECIO DE LA MATERNIDAD DIVINA
 María al concebir a Cristo por obra del Espíritu Santo, queda vinculada a su finalidad que es la redención. Como el sistema planetario gira en torno al sol, así la vida de la Virgen gira en torno a Cristo.
El título Mariano «Corredentora», se refiere a la participación totalmente particular de María en la obra de nuestra redención llevada a cabo por Jesucristo. El prefijo «co» viene de la palabra del Latín «cum» que significa «con» y «no igual a».  El término, como ha sido usado por la Iglesia, nunca pone a María en nivel de igualdad con Jesucristo, el divino Redentor. Sin embargo, la libre y activa cooperación humana de la Madre de Jesús en la redención, particularmente en la Anunciación y en el Calvario, es correctamente reconocida por el magisterio y las enseñanzas papales del Concilio Vaticano II --Cf. «Lumen Gentium» n. 56, 57, 58 y 61-- y se convierte en un ejemplo preeminente de cómo el cristiano está llamado a hacerse un «co-laborador con Dios». 
 "De tal modo, juntamente con su Hijo sufriente y muriente, Marí padeció y casi murió; de tal modo, por la salvación de los hombres, abdicó de los derechos maternos sobre su Hijo, y se vinculó, en cuanto de Ella dependía, para aplacar la justicia de Dios, que puede con razón decirse que Ella redimió al género humano juntamente con Cristo" (Benedicto XV, Carta Apostílica Inter Soladicia).   "...si María fue asociada por voluntad de Dios a Cristo Jesús, principio de la salud, en la obra de la salvación espiritual, y lo fue de modo semejante a aquel que Eva fue asociada a Adán, principio de la muerte, así se puede afirmar que nuestra Redención se efectuó según cierta recapitulación, por la cual el género humano, sujeto a la muerte por causa de una Vírgen, se salva también por medio de una Vírgen" (Pío XII, Encíclica Ad coeli regiman).   El Concilio Vaticano II dice que: "María mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la Cruz, junto a la cual, no sin un designio divino, se mantuvo erguida, sufriendo profundamente con su unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolacion de la Víctima que Ella misma había engendrado" (Constitución dogmática Lumen gentium, n. 58).
 Juan Pablo II ha usado el título de Corredentora al menos en seis ocasiones en sus discursos papales, al igual que lo hizo --antes que él-- el Papa Pío XI. Por ejemplo, en su homilía en Guayaquil, Ecuador en Enero de 1985, declaró que María fue «espiritualmente crucificada con su Hijo crucificado» y que «su papel como Corredentora no terminó después de la glorificación con su Hijo». 
Los santos aportan un fuerte testimonio al título de María Corredentora. Por ejemplo, san Pío de Pietrelcina, san Josemaría Escrivá, santa Teresa Benedicta de la Cruz --Edith Stein--, san Leopoldo Mandic y el beato Bartolo Longo, entre muchos otros recientemente canonizados y beatificados, junto con san Maximiliano Kolbe, usaron el título. La madre Teresa de Calcuta fue realmente, una de las líderes de la causa por una definición dogmática de María Corredentora, Mediadora de todas las gracias y Abogada. La Hermana Lucía, la vidente de Fátima, también ha subrayado el papel de María Corredentora en su último libro: «Llamadas del mensaje de Fátima», al hablar sobre María Corredentora en seis diferentes secciones del mismo. 
A la luz del presente clima y rumores de guerra, creo que la proclamación del dogma de María Corredentora, Mediadora de todas las gracias y Abogada, sería el medio para liberar el ejercicio pleno del papel intercesor materno de Nuestra Señora, para traer la paz a un mundo con problemas, en cumplimiento de su promesa dada en Fátima, según la cual «al final mi Corazón Inmaculado triunfará... y un período de paz será concedido al mundo». Y ello ayudará a los Corazones de Jesús y de Maria para ejercer plenamente sus papeles salvíficos para la humanidad contemporánea.
Así como la Redención se ha de realizar principalmente por medio del dolor, la Virgen queda vinculada místicamente al dolor del Hijo como causa secundaria y subordinada de la Redención. María sufre lo inconcebible en su corazón con esperanza teologal, segura del triunfo y glorificación del Hijo.
 La Virgen acepta su misión corredentora conscientemente al aceptar la Maternidad divina. Ha pronunciado el SI, (“Fiat”) con un conocimiento completo de causas y de la situación de la naturaleza humana herida por el pecado, objeto de redención. Como el que contempla un cuerpo enfermo y puede facilitar el médico y la medicina.
 María cumple su misión entregándose al dolor desde el anuncio de Simeón en el Templo, la huida a Egipto, la calle de la Amargura, la crucifixión y muerte, el descendimiento, la sepultura y la soledad.
El dolor corredentor de María es en función de su amor a Cristo: lo ama más que a sí misma porque es Dios. Es también, en función del conocimiento que tiene del pecado, ofensa de dimensión infinita a Dios, y de la situación de la humanidad.
 María es la Madre que no se cansa de buscarnos, que sale a nuestro encuentro para que nos convirtamos, que nos conduce a su Hijo y que nos abraza.
María es la Corredentora porque su vida está totalmente entregada al servicio del Redentor en esclavitud de amor.
María es la Corredentora porque colabora de forma excepcional y privilegiada en el plan de salvación por ser la Madre de Dios.
 María es Corredentora acogiendo al Verbo de Dios hecho hombre al calor de su corazón por obra del Espíritu Santo, mostrándolo al mundo en el nacimiento virginal, cuidando del Niño como una madre cuida de su hijo, intercediendo en las bodas de Caná y marcando el camino hacia Cristo. 
 María es eminentemente Corredentora junto a la Cruz de su Hijo, en comunión con Él por la salvación del mundo. Es plenamente Corredentora en la resurrección del Hijo, desbordando alegría en la plenitud del Magnificat.
 María es Corredentora el día de Pentecostés cuando el Espíritu Santo viene sobre Ella y los Apóstoles. Lo sigue siendo en el Cielo, asunta en cuerpo y alma, intercediendo por todos nosotros. 
Unidos en el Corazón Inmaculado de María

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