martes, 15 de septiembre de 2015

- Fátima, experiencia de Dios para hoy

“Me complace pensar en Fátima como escuela de fe, con la Virgen María como maestra; allí puso su cátedra para enseñar a los pequeños videntes, y después a las multitudes, las verdades eternas y el arte de orar, creer y amar.” Estas palabras del Papa Benedicto XVI recogen la verdadera dimensión del mensaje de Fátima: experiencia de Dios. Una persona de fe siempre habla a través no solo de lo que escucha, sino a partir de lo que experimenta.
En 1917, Europa vivía uno de los momentos más oscuros de su historia, la Primera Guerra Mundial, al mismo tiempo que estallaba en Rusia la Revolución bolchevique. Pero, ese mismo año, la Madre de Dios, en Fátima llevaba a tres pastorcitos el mensaje de la paz, la esperanza y del amor para toda la humanidad.
Hoy, el mensaje de Fátima en esta sociedad relativista, utilitarista y “modernista-luterana”-en la que el hombre se cree autosuficiente- que ha desembocado en una situación sangrante económica y moralmente, es más actual que entonces; el hombre del siglo XXI ha de unirse a la experiencia de los pastorcitos, que pronto se dieron cuenta de que eran amados por Dios y de que el Amor es la mayor fuerza que mueve el mundo. El mensaje de Fátima pues, es el conocimiento del Amor Trinitario y la filiación divina. Hoy, más que nunca, es necesaria la conversión permanente, la vivencia de las virtudes teologales.  Los pastorcitos, al igual que la Virgen en la Anunciación, no tenían miedo, vivieron el martirio de la coherencia, pero sabían con quién caminaban; en Fátima se vuelve a entonar el Magnificat.
En 2010, Benedicto XVI hablaba en Fátima de la primera visita de la Señora “venida del cielo” como Maestra que introduce a los pequeños videntes en el conocimiento del Amor Trinitario y los conduce a saborear al mismo Dios como el hecho más hermoso de la existencia humana. Las almas sencillas de los pastorcitos  saben acoger al Señor, y con su vida entregada, lo entregan a los demás.
El ángel, precursor de la Virgen en las apariciones, preparó el alma de los pastorcitos para comprender mejor, vivir y difundir el mensaje de Fátima. El Ángel se le pudo aparecer con anterioridad a tres amigas de Lucía,pero no lo hizo pues no estaban en condiciones de recibir la Eucaristía, el corazón de la Iglesia. Fátima nos apremia a valorar hoy la Eucaristía en su grandeza. La gracia propia de Fátima es la conversión del corazón. El tesoro de la Iglesia es la santidad. Los hombres con corazón frío, los cristianos a los que les falta fuego en el corazón, los cristianos tibios-e incluso los enemigos de la doctrina de la Iglesia-establecida hace dos mil años, oyen proclamar en Fátima la gran victoria de Dios.
Fátima es la historia de tres pastorcitos: Francisco, con vocación contemplativa, procurando siempre consolar a Jesús; de Jacinta, la enamorada del Inmaculado Corazón, y de Lucía, la escogida por la Virgen para extender por todo el mundo el mensaje de Fátima. La Virgen se le aparece a los videntes pero para que nosotros captemos el mensaje: los “errores de Rusia”(a Marx no le importaba dignificar al obrero, sino sacarle “el opio” de Dios) y el Infierno era imposible que los entendieran unos pastorcitos. Como héroes de la santidad, serán siempre ejemplo por su fe, esperanza , amor y por el martirio.  Con su experiencia y testimonio son testigos de que a Jesús siempre se va por María. Fátima, al igual que otras apariciones marianas del s.XX debieran ser incluídas en los programas de estudio de Historia contemporánea; entenderíamos desde la razón con más claridad lo que en este momento de la Historia está sucediendo.
Por Carolina Crespo Fernández

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