viernes, 22 de agosto de 2014

- La Asunción de María y mundo post-moderno

…"  tenemos una Madre en el cielo que sigue colaborando en su papel corredentor junto a su Hijo por la salvación del mundo. Ella lo hace con su corazón de madre, de mujer, viviendo de alguna manera misteriosa en sí misma el dolor que tantos hombres padecen en nuestro tiempo. Ella no es ajena a nada de lo que nos sucede. Ella está junto a nosotros con un amor como ninguno otro. Ella se ocupa de nuestra suerte, y sobre todo de nuestra salvación eterna."

….. "la esperanza cierta del pueblo cristiano ha de estar puesta en la regeneración del mundo, el cual está ya rescatado por la sangre de Cristo, pero que ha de pasar por una prueba final antes de que Él reine. Esta redención ya se ha operado en María Santísima. Mirándola a ella asunta en cuerpo y alma tenemos el modelo de nuestra propia salvación y la del mundo entero. Mirándola a ella podemos desechar toda solución social, cultural y política que quiera construir el mundo actual sobre principios que ponen al hombre en lugar de Dios y contra Dios, sobre ideologías cerradas absolutamente al horizonte grandioso de la Revelación cristiana y de la fe católica."

La fe católica nos enseña que por el misterio de la comunión de los santos, aquellos que han llegado a la visión beatífica se encuentran unidos a los que nos encontramos en camino hacia la Patria eterna. En efecto, la misma lectura del libro del Apocalipsis, con la interpretación que nos viene sugerida por la Sagrada Liturgia al poner este pasaje en este día, nos muestra a la Santa Madre de Dios vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y en su cabeza, una corona de 12 estrellas. El significado simbólico, y no por eso irreal, apunta al cumplimiento, en la Virgen Maríade las esperanzas y las promesas del pueblo elegido de Israel. María Santísima personifica, por ser Madre de Cristo y de la Iglesia, por ser Reina del mundo, toda la gloria de la Iglesia, y la victoria definitiva sobre el Dragón apocalíptico que consigue el Hijo de la mujer, Jesucristo Nuestro Señor. Igualmente ella, su Madre, es la vencedora de Satanás, a quien aplasta su cabeza, cumpliendo así la promesa del Génesis.
Cuando el Santo Padre Pío XII proclama el dogma de la Asunción, en 1950, tenía ante sí un mundo occidental en ruinas.,,,, este contexto dramático –que el tercer secreto de Fátima pone de relieve– es el que el Papa Pío XII tenía ante sus ojos cuando proclama el dogma de la Asunción de la Virgen María al cielo. ¿Constituye este acto un hecho aislado, propio de la piedad del Pontífice y del pueblo cristiano, que nada tiene que ver con todo lo que había sucedido y habría de venir? Precisamente el dogma de la comunión de los santos nos enseña lo contrario. María Santísima no permanece de ninguna manera indiferente a la marcha concreta del mundo. El misterio de su Asunción constituye una luz clara y diáfana para un mundo envuelto en tinieblas y en sombras de muerte, el cual, de alguna manera, gime con dolores de parto incapacitado de salir del camino por donde se ha adentrado.
En este contexto, ¿qué significado tiene entonces el dogma de la Asunción? Comencemos recordándolo: «La Virgen Inmaculada, terminado el curso de la vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial; y fue enaltecida por el Señor como Reina del universo, para que se asemejara más plenamente a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte» (LG 59). Es así que la Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos, es decir, un preanuncio de aquello a lo que está llamado a vivir el mundo cuando la Redención operada por Cristo pase a la historia. La tradición de la Iglesia muestra que este misterio está enraizado en la singular participación de María en la misión de su Hijo. Y la misma tradición ve en la maternidad divina la razón fundamental de la Asunción. Es esta maternidad divina, la que haciendo de María la residencia inmaculada del Señor, funda su destino glorioso, su asunción al cielo.
¿Qué conclusiones se pueden sacar de lo expuesto? La primera tomémosla de una oración que dirige el Papa Pío XII a María Santísima después de la proclamación del dogma. Dice así dirigiéndose a la Virgen: «Tenemos la vivificante certeza de que vuestros ojos que han llorado sobre la tierra regada con la sangre de Jesús, se volverán hacia este mundo, atormentado por la guerra, por las persecuciones y por la opresión de los justos y los débiles, y entre las tinieblas de este valle de lágrimas, esperamos de vuestra celeste luz y de vuestra dulce piedad, alivio para las penas de nuestros corazones y para las pruebas de la Iglesia y de la patria». Esto quiere decir para nosotros que tenemos una Madre en el cielo que sigue colaborando en su papel corredentor junto a su Hijo por la salvación del mundo. Ella lo hace con su corazón de madre, de mujer, viviendo de alguna manera misteriosa en sí misma el dolor que tantos hombres padecen en nuestro tiempo. Ella no es ajena a nada de lo que nos sucede. Ella está junto a nosotros con un amor como ninguno otro. Ella se ocupa de nuestra suerte, y sobre todo de nuestra salvación eterna.
La segunda: de un texto fundamental del Concilio Vaticano II, «La Madre de Jesús, de la misma manera que ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma es la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el siglo futuro, así en esta tierra, hasta que llegue el Día del Señor, antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante, como signo de esperanza segura y de consuelo». (LG 68). Esto quiere decir que la esperanza cierta del pueblo cristiano ha de estar puesta en la regeneración del mundo, el cual está ya rescatado por la sangre de Cristo, pero que ha de pasar por una prueba final antes de que Él reine. Esta redención ya se ha operado en María Santísima. Mirándola a ella asunta en cuerpo y alma tenemos el modelo de nuestra propia salvación y la del mundo entero. Mirándola a ella podemos desechar toda solución social, cultural y política que quiera construir el mundo actual sobre principios que ponen al hombre en lugar de Dios y contra Dios, sobre ideologías cerradas absolutamente al horizonte grandioso de la Revelación cristiana y de la fe católica.
Schola Veritatis 

http://infocatolica.com/blog/schola.php/1408151258-asuncion-y-mundo-post-moderno#more24794

- Maria, Refugio de Pecadores


.... "La maternidad divina de María une en un mismo misterio su maternidad hacia Juan y su maternidad hacia los mayores pecadores, que son los más abandonados. Los une en el mismo amor."

María está toda ella con Jesús, vuelta hacia los que Jesús salva, hacia toda la humanidad. Toda la humanidad, es decir todos los pecadores. María los adopta en su corazón, no queda ninguno fuera de él.
 Y es así porque ella vivió el misterio de la cruz, y lo vivió con una intensidad única. Gracias al misterio de su Inmaculada Concepción, María llegó a ser la Madre de los más miserables, de los más abandonados. María tiene este privilegio único de no ser más que Misericordia. María recibió de Dios esta gracia, que le permite no tener nunca aversión  hacia los mayores pecadores, y arroparlos. María ha recibido de Dios esta gracia única de ser “Refugio de los pecadores”.
María, en su Misericordia para con los pecadores, les arropa con la Misericordia de Cristo, con la Misericordia del Padre. Une en su corazón, con un amor de elección, de predilección, a todos los más abandonados, los más rechazados. Es su papel de Madre, y de Refugio de los pecadores. María, en su corazón no distingue entre los que son escogidos porque han sido preservados y los escogidos porque son los más pobres y abandonados. En su corazón todos tienen un mismo lugar: son amados.
La maternidad divina de María une en un mismo misterio su maternidad hacia Juan y su maternidad hacia los mayores pecadores, que son los más abandonados. Los une en el mismo amor.


Del capítulo:.María, Madre de los Abandonados, en el libro: “La estrella de la mañana”, Marie Dominique Philippe, OP

miércoles, 13 de agosto de 2014

- Madre de Misericordia

Maria, refugio de pecadores. Madre de Misericordia. El Buen Ladrón...

En Fátima María enseñó también a los tres niños esta oración: “Oh Jesús mio, perdona nuestros pecados…líbranos del infierno… lleva al cielo. especialmente a los mas necesitados de tu Divina Misericordia”)

Maria por ser la madre de Jesús nazareno, el condenado a morir crucificado, fue autorizada a acercarse al pie de la cruz. Allí en el calvario María pudo ver el cambio que se operó en el corazón del ladrón crucificado junto a su Hijo, al que desde ahora llamaremos “el Buen Ladrón”.
María es la criatura que ha experimentado más que nadie el Amor divino, y al mismo tiempo la que ha hecho posible la revelación de la Misericordia, por el sacrificio y la participación de su propio corazón en ella. Nadie ha experimentado como ella, la Madre del Crucificado, el misterio de la Misericordia divina realizada allí en el Calvario de Jerusalén.
Lo que animaba a Jesús, en medio de la traición y el abandono, mientras agonizaba en la cruz rodeado de sus perseguidores, era el amor a los pecadores, que expresaba en el perdón a sus enemigos.
No se puede dudar de que María fue la que transmitió al evangelista San Lucas el triunfo de la Misericordia que nos revela el episodio del Buen Ladrón:
 En el calvario se estableció una relación entre Jesús, el Buen Ladrón y María, que llena de compasión, mirando a su Hijo, le ofrecía y se ofrecía ella misma para la salvación del mundo. De pie ante la cruz de Jesús, María acababa de recibir a los dos ladrones, al mismo tiempo que al discípulo (Juan) y a todos nosotros, como a sus propios hijos. María solo puede orar por los dos ladrones, ofrecer su corazón sufriente, y ofrecer a su Hijo Jesús, el Inocente. Y se podría decir que la “Madre de Misericordia”, que está allí orando y suplicando, se halla como “a las puertas del infierno” para la salvación de los más necesitados de la Divina Misericordia. (aquí debemos recordar la oración que Ella enseñó a los niños de Fátima: “Oh Jesús mio, perdona nuestros pecados…. especialmente a los mas necesitados de tu Divina Misericordia”).
Hoy vemos que el mundo atraviesa una crisis de esperanza y, sin embargo, Jesús siempre sale a buscar a quien parece perdido. A cualquiera que vuelva hacia Él su mirada, Jesús le ofrece su Misericordia con tanto amor como mostró hacia el bandido (el Buen Ladrón) que agonizaba en el calvario, crucificado a su derecha.
El Buen Ladrón no solamente creyó en la muerte salvadora de Jesús, sinó que se dirigió a Él con una sincera oración:”Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino”. El Buen ladrón fue escuchado y colmado con la mayor medida posible: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
El Buen ladrón nos transmite ese mensaje: la Misericordia Divina puede, en un momento, hacernos pasar del abismo más profundo a la santidad más elevada. El Buen Ladrón fue el primer santo de la historia de la salvación: le bastó un último instante de conversión auténtica para ser el primero en “entrar conmigo en el Paraíso” (Jesús en la Cruz al Buen Ladrón)
El tiempo actual que vive el mundo y la Iglesia está marcado por el olvido y el rechazo de Dios, por el menosprecio a la Ley de Dios (ejemplo, los Diez Mandamientos) y por las consecuencias dramáticas que todo ello lleva de confusión, de división interior, en las familias y en todos los órdenes de la sociedad y, con ello, la falta de paz, de alegría y de enorme sufrimiento.
El testimonio del Buen Ladrón ayuda a los hombres de hoy a recorrer el camino de la aceptación humilde, gozosa y esperanzada de la Misericordia Divina, librándolos de la tentación de replegarse sobre sí mismos, hundiéndose en su propia angustia y desesperación.
Maria es la que le habría contado a San Lucas los pormenores de la infancia de Jesús, ella es la que le habrá contado la historia de este ladrón que miró hacia el Salvador con toda su pobreza y en quien la Divina Misericordia entró a raudales de una sola vez.
San Juan Pablo II nos enseñó en su Enciclica Dives in Misericordia: “María ha sido llamada de manera especial a acercar a los hombres al Amor que Jesús había venido a revelar: Amor divino cuya manifestación más concreta es a favor de los que sufren, de los pobres, de los presos, de los ciegos, de los oprimidos y de todos los pecadores”.

Fátima nos trajo, y continúa trayéndonos, la certeza del amor infinito de Dios por la humanidad. Dios quiere salvar a todos los hombres: "Lleva a todos los hombres al cielo..." así se expresa la universalidad del designio salvífico de Dios. El infierno —el terrible infierno visto según las imágenes pictóricas de la época— es una posibilidad. Los hombres son libres de aceptar o de rehusar a Dios. Pero es evitable: Todos los hombres se pueden salvar, ¡el amor de Dios siempre es mayor que nuestros pecados!

Seguros del amor de Dios, motivados a un cambio de vida, abandonando los caminos del egoísmo, el odio, la violencia, el sensualismo y la injusticia. Volviéndonos como María, "cómplices" de Dios y sus aliados. No sólo no ofendiendo a Dios que está muy ofendido por nuestros pecados, por nuestra inercia y por nuestra indiferencia respecto a sus proyectos de salvación, sino también queriendo estar con Él, ofreciéndole, como a un Amigo que se ha ofendido, nuestro amor, nuestra solidaridad y nuestro desagravio.

Un estudio más atento del Mensaje de Fátima, la traducción de sus grandes llamamientos al lenguaje actual, la reflexión sobre los acontecimientos y las realidades del mundo de hoy y la meditación de la Palabra de Dios, ponen de relieve la actualidad del Mensaje de Fátima. De hecho, este Mensaje "contiene una verdad y un llamamiento que, en su contenido fundamental, son la verdad y el llamamiento del propio Evangelio" (Juan Pablo II en Fátima, mayo 13 de 1982).


martes, 12 de agosto de 2014

- Es por tu Amor, Jesús

ENVUELTOS EN EL AMOR DE DIOS POR EL MUNDO

Este es el lema del año 2014 en Fátima, año preparatorio del Centenario de las Apariciones de la Virgen Maria en Fátima (1917-2017).
La Virgen enseñó a los tres pastorcillos de Fátima esta oración: “Oh Jesús, es por vuestro Amor… (*)” para que la rezasen cuando hicieran algún sacrificio. Esta oración explicita la motivación de todos los sacrificios que los tres videntes de Fátima hacían: “es por vuestro Amor”. Es en respuesta al Amor de Dios y así los tres pastorcillos hicieron una fuerte experiencia: así se disponen a hacer sacrificios por los pecadores y en reparación al Inmaculado Corazón de María.
Era el amor que los motivaba, el amor de Dios que Nuestra Señora les dio a conocer y a experimentar y al cual ellos procuraban responder.
En la tercera aparición de la Virgen (julio 1917) María nos ayuda a despertar el valor reparador de las acciones hechas y ofrecidas al Señor, por amor, en espiritu de reparación y por la conversión de los pecadores.
A despertar el sentido de que todos podemos y debemos ayudar, con nuestros gestos de amor reparador, a restaurar en este mundo tan herido y desfigurado por el pecado. Así nuestros sacrificios y dificultades ganan un nuevo sentido, porque son una respuesta al Amor de Dios. Nos ayuda a interiorizar el sentido de reparación por Amor a Dios y para la salud del mundo.
Y es también un desafío: tomar conciencia del gran Amor de Dios para con cada uno de nosotros y vivir concretamente ese Amor a Dios y a los demás hermanos.
Esta tercera Aparición de la Virgen está además marcada por otra oración enseñada por Nuestra Señora: “Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno; lleva al cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas”.
Una vez más, lo que subyace en esta oración es el Amor: el Amor de Dios, que quiere que todos se salven. Este es el “Secreto” revelado: poder conocer el inmenso Amor de Dios por el mundo, y nos muestra Dios, que porque nos ama infinitamente , no permite que nuestra historia camine hacia el abismo.


         (*) texto completo de la oración: “ Oh Jesús, es por vuestro Amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”.