lunes, 29 de mayo de 2017

- Anhelo del cielo

¿Piensas alguna vez en el cielo? Estos pastorcillos, seguro que sí.
El 13 de Mayo 2017 el papa Francisco canonizó en Fátima a los pastorcillos Jacinta y Francisco; dijo el Papa: “Tenemos ante los ojos a san Francisco Marto y a santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran. De ahí recibían ellos la fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos. La presencia divina se fue haciendo cada vez más constante en sus vidas, como se manifiesta claramente en la insistente oración por los pecadores y en el deseo permanente de estar junto a Jesús oculto en el Sagrario”.
  Conmueve pensar en Francisco y Jacinta. Esos dos niños conmovidos por el amor de una Madre que les había mostrado toda su belleza. Tienen el corazón abierto. Se dejan cuidar por María como su Madre espiritual. Sus vidas cambian.
  El papa Francisco comenta: “En Fátima la Virgen ha escogido el corazón inocente y la simplicidad de los pequeños Francisco, Jacinta y Lucía, los depositarios de su mensaje. Estos niños lo han acogido dignamente, y son reconocidos como testigos fiables de las apariciones, convirtiéndose en modelos de vida cristiana”.
  Estos dos niños, siendo tan pequeños, se convierten en modelo de vida cristiana. Modelo para todos los cristianos. Modelo siendo los niños más pequeños canonizados sin haber sufrido el martirio. Modelo por su forma de mirar, de vivir, de sufrir y enfrentar la enfermedad. Por su mirada pura. Por su inocencia intacta. Por su fortaleza en el dolor.
Nunca se quejaban en medio de su enfermedad. Y siempre pensaban en los que sufrían y en Jesús al que querían consolar. Ofrecían todo por ellos. Sus dolores, sus renuncias. Cargan así sobre sus débiles hombros el mundo entero. Saben que lo que ellos no aporten no lo hará nadie en su lugar.
  Me conmueven su mirada inocente, su fortaleza, su alegría y su pasión. Siguen siendo niños pero ya son adultos maduros en la forma de vivir su fe. Y ven el cielo reflejado en la tierra. Descubren el paso de Dios caminando entre ellos. Gracias a las apariciones cambia su vida para siempre, su percepción del mundo.
  Y veo a estos niños que saben entregar su corta vida con alegría, pensando en Jesús que sufre y en los pecadores que necesitan conversión. Renuncian a los placeres inmediatos. Aceptan con alegría cualquier sacrificio. No se asustan ante el final de sus días en esta tierra. No se rebelan contra una enfermedad injusta.
  El encuentro con esa bella mujer los ha cambiado por dentro, los ha hecho niños en los brazos de Dios. Verdaderamente niños inocentes y confiados. A partir de ese encuentro están dispuestos a adorar a Dios, a esperar siempre contra toda esperanza, a amar a Jesús sobre todas las cosas. Y así lo hacen. Y entonces todo lo demás poco importa.
Me emociona pensar en la serenidad llena de paz de Francisco. Sensato y fiel. Me gusta la alegría inocente y espontánea de Jacinta. Su sencillez, su mirada. Los dos cambian en el encuentro con Nuestra Señora. Ella los educa poco a poco. La escuela de María se hace realidad en ellos. María siempre es educadora. Siempre es Madre. Es Maestra espiritual. María es fuente de misericordia para los que la buscan.
  María me lleva a su Hijo que es puerta de misericordia. Miro a María que me abraza y me espera siempre. Pienso en su mirada hacia los pastorcillos. Estos niños se dejaron tocar por su amor inmenso y sus vidas cambiaron. Palparon la misericordia de Dios. Quiero dejarme tocar por la misericordia de María.


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