miércoles, 25 de junio de 2014

-El triunfo del corazón

Es el momento del triunfo del Inmaculado Corazón, porque Ella comenzará a develar todos los misterios de la vida de su Hijo. Y lo hará a través del rezo del Santo Rosario, cordón umbilical que une a la Madre con los hijos. Cordón que es principio vital. Ella es "Mediadora de todas las Gracias" y el Santo Rosario, el canal por donde Cristo envía las gracias a las almas.

Ahora que nos disponemos a la preparación de la segunda venida de Cristo, aparece como protagonista, como Nueva Eva, la Santísima Madre de Dios, quien traerá a Cristo no ya desde su seno, sino desde su mismo Corazón en el que guardaba y meditaba todos los misterios de la Vida de Cristo. Los guardaba para momentos oportunos que la Divina Providencia establecería, momentos de preparación para la segunda venida de su Hijo. Es el momento del triunfo del Inmaculado Corazón, porque Ella comenzará a develar todos los misterios de la vida de su Hijo. Y lo hará a través del rezo del Santo Rosario, cordón umbilical que une a la Madre con los hijos. Cordón que es principio vital. Ella es "Mediadora de todas las Gracias" y el Santo Rosario, el canal por donde Cristo envía las gracias a las almas.
Ella, la Nueva Eva, para hacer triunfar su Inmaculado Corazón, necesita de sus apóstoles y discípulas como su Hijo se valió de ellos. El prototipo de este apóstol, de este discípulo es San Juan, discípulo amado de Cristo que cuidó de la Madre de Dios como el tesoro más grande. Él es el Apóstol que nos representa a todos como hijos de Ella y que fue solemnemente proclamado como tal al pie de la Cruz por Cristo mismo (Jn. 19, 26-27).
Nosotros nos sentimos llamados a ser esos apóstoles y discípulas al servicio de ese triunfo del Inmaculado Corazón. Triunfo que radicará en la apertura del corazón de los hombres a la infinita Misericordia de Cristo. Misericordia que es la esencia del cristianismo y del mensaje de Cristo.
Para que la Santísima Virgen pueda realizar esta obra es imprescindible que sus apóstoles y discípulas se consagren a su Inmaculado Corazón y estén en continua unión con Ella a través de ese cordón vital que es el Santo Rosario, rezado diariamente, en lo posible en familia. Consagrándonos a Ella será como podremos ser instrumentos dóciles para que Ella triunfe en nosotros contra el Maligno. Ella ya triunfó al nacer Inmaculada, pero ahora quiere volver a triunfar ya no Ella personalmente como cuando aplastó la cabeza de la serpiente (cf. Gn 3, 15), sino en nosotros. Ella quiere aplastar la cabeza de la serpiente a través de nosotros, sus hijos, desde el corazón de cada uno de nosotros. Ese triunfo se dará en la medida en que creamos, aceptemos y confiemos plenamente en la infinita Misericordia de Cristo. Consistirá por tanto, en una conversión sincera y profunda a Cristo su Hijo.
Debemos, como apóstoles de Ella, llevarle almas por todos los medios para que se consagren, reparen y confíen en el Inmaculado Corazón y dejen obrar a Ella plenamente en sus corazones haciendo de ellos una mansión para Dios.
Nos inspiramos en los escritos de San Luis María Grignión de Montfort. Él habla proféticamente de los apóstoles de los últimos tiempos, al servicio de la Santísima Virgen en preparación para la segunda venida de Cristo que tendrá lugar el día y la hora menos pensada. Lo expresa de manera particular en la llamada: "oración abrasada". Día y hora que ni el Hijo de Dios sabía con ciencia comunicable. Pero esperaremos este día como si fuera a acaecer en el mismo día en que estamos viviendo. Cada día esperaremos al Señor y por eso cada día la Iglesia lo llama en el acto más importante, sagrado y santo que dejó Cristo: la Santa Misa. En ella decimos, en el momento más solemne, después de la consagración de las especies sagradas: "anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección: ven Señor Jesús". Y la Iglesia, Esposa de Cristo, no podía dejar de hacerlo diariamente, puesto que su divino Esposo nos enseña en el Padrenuestro a decir también diariamente: "venga a nosotros tu Reino". Ese es el espíritu indicado por Cristo y su Esposa. Porque "el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que escucha diga: Ven. Y el que tenga sed, venga, y el que quiera tome gratis el agua de la vida" (Ap. 22, 17). Y "el que testifica estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús" (Ap. 22, 20) Maranatha!!!".
Porque "En un momento, en un abrir y cerrar  de ojos, al último toque de la trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados" (I Cor. 15, 52). ¡Vuelve! ¡Oh, vuelve! Vuelve por tu pueblo, Oh Señor... Tu Esposa dice: ¡Vuelve! ¡Oh vuelve! El Espíritu y la Esposa dicen: "Ven". ¿Dónde está oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (I Cr. 15, 55). "Por tanto no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios" (cf. I Tes. 5, 6); "pues el mismo Señor, a una orden, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los vivos, los que quedemos, junto con ellos, seremos arrebatados en las nubes al encuentro del Señor en los aires, y así estaremos siempre con el Señor" (I Tes. 4, 16-18).
¡Vuelve!...¡Vuelve! Pero...¿Quién es el que vuelve? ¿Acaso no lo sabes aún? Su Nombre: "¡Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz!" (Is. 9,6). Paciente esperaré su regreso y ha llegado la hora. Sus señales ya están cumplidas... Por eso le he dicho: yo quiero lo que quieras Tú por cuanto mi confianza eres Tú y sé que Tú encenderás mi lámpara, y alumbrarás mi camino para llegar hasta Ti. Y es que ¡Él reina con poder!, por eso le alabo y le canto Salmos, pues aún no te imaginas ¡Cuan bello es Jesús...mi Señor! 
"¡Gustad y ved qué bueno es el Señor!" (Sal. 34, 9). Por tanto te invito a que compartas conmigo Su Belleza y Su Amor, ¡Ven Señor Jesús! pues Él regresa pronto a  buscarme, y a ti también...
Es el tiempo del triunfo de su Inmaculado Corazón, es el tiempo del triunfo de la Misericordia de Cristo. Dos realidades, dos misterios inseparables. Antes del Juicio final el tiempo de la Misericordia: así lo expresó el mismo Cristo a Santa Faustina: "Antes de venir como Justo Juez, vendré como Rey de Misericordia. Precediendo el día de la Justicia, habrá una señal en el cielo, dada a los hombres. Toda luz será apagada en el firmamento y en la tierra" (Diario 83). Pero "la misericordia triunfó sobre la justicia" (Diario, 1572).
Todo aquel que se considere llamado por Ella, por la Madre de Dios a emprender esta batalla, tendrá en este Instituto las puertas abiertas con todas las exigencias de Cristo y con todas las promesas de Cristo, la Vida Eterna y el gozo de haber servido en esta vida, sin dar tregua, a la causa del Triunfo del Inmaculado Corazón tan querido y deseado por Cristo y manifestado en Fátima. Porque la Virgen María misma dijo: "Mi Hijo quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón, a quien la abrazare, le prometo la salvación; y estas almas serán amadas con predilección por Dios, como flores puestas por mí para adornar su trono" (13 de junio de 1917). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario