Mons. Joseph Cirrincione, estudioso por más de 40 años de las
apariciones de Fátima, detalló en su libro “St. Joseph,
Fatima and Fatherhood” (1989) que las apariciones definitivamente
son un recordatorio de la importancia de la paternidad. “La paternidad de San
José, como con todos los padres humanos, es el reflejo en una criatura de la
paternidad de Dios Padre. La visión de San José y del Niño Jesús bendiciendo al
mundo, con María al lado del sol en estado de quietud, es la seguridad de Dios
de que, aunque el hombre pueda rechazarlo”. Dios nunca rechazará al hombre”, enfatizó.
Cuando la pacífica escena familiar de la visión de la Sagrada
Familia es interrumpida por los giros del sol durante el Milagro del Sol, el
escritor cree que se trata de “un presagio siniestro de las consecuencias para
el mundo, que seguramente se sentirán si la verdadera paternidad de Dios y el
tradicional papel fuerte del padre de la familia son rechazados por la
humanidad”. “El Milagro del Sol representa no tanto una amenaza de males
venideros, sino un presagio del destronamiento de Dios Padre y una indicación
de las terribles consecuencias que seguirán”, resaltó.
Y explicó “que la paternidad humana, como reflejo de la paternidad
de Dios, fue diseñada para ser el pilar de la familia” y que la “desaparición
de la estima por la paternidad ha llevado al colapso de ese pilar y a la
desintegración de la familia”.
El
Papa León XIII consagró el mes de octubre a la Virgen del Rosario –título
con el que María se llamaría a sí misma en Fátima–, y en su encíclica de 1889,
el Papa pidió “que el pueblo cristiano invoque continuamente, con gran piedad y
confianza, junto con la Madre de Dios, a su esposo San José”. Debido a que era
“de gran importancia la devoción a San José” este Papa escribió y ofreció una
oración al Santo Custodio para que fuera recitada después del Rosario durante
el mes de octubre. (aquí la oración a San José:
“A ti, bienaventurado San José, acudimos en
nuestra tribulación; y después de invocar el auxilio de tu Santísima Esposa
solicitamos también confiados tu patrocinio. Por aquella caridad que con la
Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, te tuvo unido, y por el paterno amor
con que abrazaste al Niño Jesús, humildemente te suplicamos vuelvas benigno los
ojos a la herencia que con su Sangre adquirió Jesucristo, y con tu poder y
auxilio socorras nuestras necesidades. Protege,
Providentísimo Custodio de la Sagrada Familia la escogida descendencia de
Jesucristo; aparta de nosotros toda mancha de error y corrupción; asístenos
propicio, desde el cielo, fortísimo libertador nuestro, en esta lucha con el
poder de las tinieblas: y, como en otro tiempo librasteis al Niño Jesús del
inminente peligro de la vida, así ahora, defiende a la Iglesia Santa de Dios de
las asechanzas de sus enemigos y de toda adversidad, y a cada uno de nosotros
protégenos con el perpetuo patrocinio, para que, a tu ejemplo y sostenidos por
tu auxilio, podamos santamente vivir y piadosamente morir y alcanzar en el
cielo la eterna felicidad. Amén
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