También yo he venido como peregrino, con
devoción a los pies de la
Virgen de Fátima, a esta “casa” que María ha elegido
para hablarnos en estos tiempos modernos.
He venido a Fátima para gozar de la presencia de María y de su protección materna.
He venido a Fátima, porque hoy converge hacia este lugarla
Iglesia peregrina, querida por su Hijo como instrumento de
evangelización y sacramento de salvación.
He venido a Fátima a rezar, con María y con tantos peregrinos, por nuestra humanidad afligida por tantas miserias y sufrimientos, y confío al cielo a todos los pueblos y naciones de la tierra.
En Dios, abrazo de corazón a sus hijos e hijas, en particular a los que padecen cualquier tribulación o abandono, deseando transmitirles la gran esperanza que arde en mi corazón y que aquí, en Fátima, se hace más palpable. Nuestra gran esperanza hunde sus raíces en la vida de cada uno de vosotros, queridos peregrinos presentes aquí.
Dentro de siete años volveréis aquí para celebrar el centenario de la primera visita dela Señora “venida del Cielo”,
como Maestra que introduce a los pequeños videntes en el conocimiento íntimo
del Amor trinitario y los conduce a saborear al mismo Dios como el hecho más
hermoso de la existencia humana. Una experiencia de gracia que los ha enamorado
de Dios en Jesús, hasta el punto de que Jacinta exclamaba: “Me gusta mucho
decirle a Jesús que lo amo. Cuando se lo digo muchas veces, parece que tengo un
fuego en el pecho, pero no me quema”. Y Francisco decía: “Lo que más me ha
gustado de todo, fue ver a Nuestro Señor en aquella luz que Nuestra Madre puso
en nuestro pecho. Quiero muchísimo a Dios”. La
Virgen los
ha ayudado a abrir el corazón a la universalidad del amor. En particular, la
beata Jacinta se mostraba incansable en su generosidad con los pobres y en el
sacrificio por la conversión de los pecadores. Sólo con este amor fraterno y
generoso lograremos edificar la civilización del Amor y de la Paz.
Se equivoca quien piensa que
la misión profética de Fátima está acabada. Aquí resurge aquel plan de Dios que
interpela a la humanidad desde sus inicios: “¿Dónde está Abel, tu hermano?
[...] La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra” (Gn 4,9). El hombre ha sido capaz de
desencadenar una corriente de muerte y de terror, que no logra interrumpirla...
En la Sagrada
Escritura se muestra a menudo que Dios se pone a buscar a los
justos para salvar la ciudad de los hombres y lo mismo hace aquí, en Fátima,
cuando Nuestra Señora pregunta: “¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos
los sufrimientos que Él quiera mandaros, como acto de reparación por los pecados
por los cuales Él es ofendido, y como súplica por la conversión de los
pecadores?”
Con la familia humana dispuesta a sacrificar sus lazos más sagrados en el altar de los mezquinos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo, nuestra Madre bendita ha venido desde el Cielo ofreciendo la posibilidad de sembrar en el corazón de todos los que se acogen a ella el Amor de Dios que arde en el suyo.
Al principio fueron sólo tres, pero el ejemplo de sus vidas se ha difundido y multiplicado en numerosos grupos por toda la faz de la tierra, dedicados a la causa de la solidaridad fraterna, en especial al paso dela Virgen Peregrina.
Que estos siete años que nos separan del centenario de las Apariciones impulsen
el anunciado triunfo del Corazón Inmaculado de María para gloria de la Santísima Trinidad.
Benedicto XVI, Homilia durante la Misa en la Explanada del Santuario de Fátima
He venido a Fátima para gozar de la presencia de María y de su protección materna.
He venido a Fátima, porque hoy converge hacia este lugar
He venido a Fátima a rezar, con María y con tantos peregrinos, por nuestra humanidad afligida por tantas miserias y sufrimientos, y confío al cielo a todos los pueblos y naciones de la tierra.
En Dios, abrazo de corazón a sus hijos e hijas, en particular a los que padecen cualquier tribulación o abandono, deseando transmitirles la gran esperanza que arde en mi corazón y que aquí, en Fátima, se hace más palpable. Nuestra gran esperanza hunde sus raíces en la vida de cada uno de vosotros, queridos peregrinos presentes aquí.
Dentro de siete años volveréis aquí para celebrar el centenario de la primera visita de
Con la familia humana dispuesta a sacrificar sus lazos más sagrados en el altar de los mezquinos egoísmos de nación, raza, ideología, grupo, individuo, nuestra Madre bendita ha venido desde el Cielo ofreciendo la posibilidad de sembrar en el corazón de todos los que se acogen a ella el Amor de Dios que arde en el suyo.
Al principio fueron sólo tres, pero el ejemplo de sus vidas se ha difundido y multiplicado en numerosos grupos por toda la faz de la tierra, dedicados a la causa de la solidaridad fraterna, en especial al paso de
Benedicto XVI, Homilia durante la Misa en la Explanada del Santuario de Fátima
Jueves 13 de mayo de 2010