Homilía de su Santidad Juan Pablo II
BEATIFICACIÓN
DE LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA,FRANCISCO
Y JACINTA MARTO
SANTUARIO
DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE FÁTIMA
Sábado
13 de mayo de 2000
…..
Por
designio divino, "una mujer vestida del sol" (Ap 12, 1) vino del cielo a esta
tierra en búsqueda de los pequeños privilegiados del Padre. Les habla con voz y
corazón de madre: los invita a ofrecerse como víctimas de reparación,
mostrándose dispuesta a guiarlos con seguridad hasta Dios. Entonces, de sus
manos maternas salió una luz que los penetró íntimamente, y se sintieron
sumergidos en Dios, como cuando una persona -explican ellos- se contempla en un
espejo.
Más
tarde, Francisco, uno de los tres privilegiados, explicaba: "Estábamos
ardiendo en esa luz que es Dios y no nos quemábamos. ¿Cómo es Dios? No se puede
decir. Esto sí que la gente no puede decirlo". Dios: una luz que arde,
pero no quema. Moisés tuvo esa misma sensación cuando vio a Dios en la zarza
ardiente; allí oyó a Dios hablar, preocupado por la esclavitud de su pueblo y
decidido a liberarlo por medio de él: "Yo estaré contigo" . Cuantos
acogen esta presencia se convierten en morada y, por consiguiente, en
"zarza ardiente" del Altísimo.
….
"Y apareció otra señal en el cielo: un
gran Dragón" (Ap 12,
3).
Estas palabras de la primera lectura de la misa nos hacen pensar en la gran
lucha que se libra entre el bien y el mal, pudiendo constatar cómo el hombre,
al alejarse de Dios, no puede hallar la felicidad, sino que acaba por
destruirse a sí mismo.
¡Cuántas
víctimas durante el último siglo del segundo milenio! Vienen a la memoria los
horrores de las dos guerras mundiales y de otras muchas en diversas partes del
mundo, los campos de concentración y exterminio, los gulag, las limpiezas étnicas y las
persecuciones, el terrorismo, los secuestros de personas, la droga y los
atentados contra los hijos por nacer y contra la familia.
El
mensaje de Fátima es una llamada a la conversión, alertando a la humanidad para
que no siga el juego del "dragón", que, con su "cola",
arrastró un tercio de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra
(cf. Ap 12, 4). La
meta última del hombre es el cielo, su verdadera casa, donde el Padre
celestial, con su amor misericordioso, espera a todos.
Dios
quiere que nadie se pierda; por eso, hace dos mil años, envió a la tierra a su
Hijo, "a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19, 10). Él nos ha salvado con
su muerte en la cruz; ¡que nadie haga vana esa cruz! Jesús murió y resucitó
para ser "el primogénito entre muchos hermanos" (Rm 8, 29).
Con su
solicitud materna, la santísima Virgen vino aquí, a Fátima, a pedir a los
hombres que "no ofendieran más a Dios, nuestro Señor, que ya ha sido muy
ofendido". Su dolor de madre la impulsa a hablar; está en juego el destino
de sus hijos. Por eso pedía a los pastorcitos: "Rezad, rezad mucho y haced
sacrificios por los pecadores, pues muchas almas van al infierno porque no hay
quien se sacrifique y pida por ellas".
….
Aquí, en Fátima, donde se anunciaron estos tiempos de tribulación y
nuestra Señora pidió oración y penitencia para abreviarlos, quiero hoy dar
gracias al cielo por la fuerza del testimonio que se manifestó en todas esas
vidas. Y deseo, una vez más, celebrar la bondad que el Señor tuvo conmigo,
cuando, herido gravemente aquel 13 de mayo de 1981, fui salvado de la muerte.
Expreso mi gratitud también a la beata Jacinta por los sacrificios y oraciones
que ofreció por el Santo Padre, a quien había visto en gran sufrimiento.
…….
"Yo te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios e
inteligentes, y se las has revelado a los pequeños".
Yo te
bendigo, Padre, por todos tus pequeños, comenzando por la Virgen María , tu
humilde sierva, hasta los pastorcitos Francisco y Jacinta.
Que el
mensaje de su vida permanezca siempre vivo para iluminar el camino de la
humanidad.
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