¿Piensas
alguna vez en el cielo? Estos pastorcillos, seguro que sí.
El 13 de Mayo 2017 el papa Francisco canonizó en Fátima a los
pastorcillos Jacinta y Francisco; dijo el Papa: “Tenemos ante los ojos a san
Francisco Marto y a santa Jacinta, a quienes la Virgen María introdujo en el
mar inmenso de la Luz de Dios, para que lo adoraran. De ahí recibían ellos la
fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos. La presencia divina
se fue haciendo cada vez más constante en sus vidas, como se manifiesta
claramente en la insistente oración por los pecadores y en el deseo permanente
de estar junto a Jesús oculto en el Sagrario”.
Conmueve pensar en Francisco y
Jacinta. Esos dos niños conmovidos por el amor de una Madre que les había
mostrado toda su belleza. Tienen el corazón abierto. Se dejan cuidar por María
como su Madre espiritual. Sus vidas cambian.
El papa Francisco comenta: “En
Fátima la Virgen ha escogido el corazón inocente y la simplicidad de los
pequeños Francisco, Jacinta y Lucía, los depositarios de su mensaje. Estos
niños lo han acogido dignamente, y son reconocidos como testigos fiables de las
apariciones, convirtiéndose en modelos de vida cristiana”.
Estos dos niños, siendo tan pequeños, se convierten en modelo
de vida cristiana. Modelo para todos los cristianos. Modelo siendo los
niños más pequeños canonizados sin haber sufrido el martirio. Modelo por su
forma de mirar, de vivir, de sufrir y enfrentar la enfermedad. Por su mirada
pura. Por su inocencia intacta. Por su fortaleza en el dolor.
Nunca se quejaban en medio de su enfermedad. Y
siempre pensaban en los que sufrían y en Jesús al que querían consolar.
Ofrecían todo por ellos. Sus
dolores, sus renuncias. Cargan así sobre sus débiles hombros el mundo entero.
Saben que lo que ellos no aporten no lo hará nadie en su lugar.
Me conmueven su mirada inocente,
su fortaleza, su alegría y su pasión. Siguen siendo niños pero ya son adultos
maduros en la forma de vivir su fe. Y ven el cielo reflejado en la tierra.
Descubren el paso de Dios caminando entre ellos. Gracias a las apariciones
cambia su vida para siempre, su percepción del mundo.
Y veo a estos niños que saben
entregar su corta vida con alegría, pensando en Jesús que sufre y en los
pecadores que necesitan conversión. Renuncian
a los placeres inmediatos. Aceptan con alegría cualquier sacrificio. No
se asustan ante el final de sus días en esta tierra. No se rebelan contra una
enfermedad injusta.
El encuentro con esa bella mujer
los ha cambiado por dentro, los ha hecho niños en los brazos de Dios.
Verdaderamente niños inocentes y confiados. A partir de ese encuentro están
dispuestos a adorar a Dios, a esperar siempre contra toda esperanza, a amar a
Jesús sobre todas las cosas. Y así lo hacen. Y entonces todo lo demás poco
importa.
Me emociona pensar en la serenidad llena de paz de Francisco. Sensato y
fiel. Me gusta la alegría inocente y espontánea de Jacinta. Su sencillez, su
mirada. Los dos cambian en el encuentro con Nuestra Señora. Ella los educa poco
a poco. La escuela de María se hace realidad en ellos. María siempre es
educadora. Siempre es Madre. Es Maestra espiritual. María es fuente de
misericordia para los que la buscan.
María me lleva a su Hijo que es
puerta de misericordia. Miro a María que me abraza y me espera siempre. Pienso
en su mirada hacia los pastorcillos. Estos niños se dejaron tocar por su amor
inmenso y sus vidas cambiaron. Palparon la misericordia de Dios. Quiero dejarme tocar por la misericordia de
María.
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