FÁTIMA: la profecía de una crisis y la promesa de
un triunfo ansiosamente esperado
Ha pasado casi un siglo desde que ocurriera el gran
suceso de Fátima (1917), cuando Nuestra Señora, mensajera de Dios, se apareció
a tres pequeños pastorcillos para darles un mensaje muy importante y para
ofrecer su intersección maternal a una humanidad afligida por el pecado, una
humanidad más narcotizada que nunca por una secularización cada vez mayor.
La Sagrada Virgen María es la Reina de un reino
ansiosamente esperado, previsto según su promesa e imprevisto según su tiempo;
la esperanza de un nuevo milenio para los hijos de la Luz, para las fuerzas
militantes del Pueblo de Dios que, movidas por el Espíritu Santo en medio del
desorden y de la inquietud, se dirigen hacia el seguro puerto descrito en el
sueño de San Juan Bosco, y que apunta a los dos pilares de la salvación: la
Sagrada Eucaristía y la Virgen María.
Nuestra Señora lanzó un claro y profundo mensaje en Cova de Iría en
1917, un mensaje que muy pocos han aceptado en sus vidas: la Consagración a Su
Inmaculado Corazón, que está insatisfecho, para que, según las instrucciones
que le dio a la Hermana Lucía, evitáramos los errores del comunismo y las
consecuencias de las guerras y de las persecuciones a la Santa Iglesia y al
Santo Padre. Pero la debilidad humana y la fallida respuesta a la llamada
divina están determinando irremediablemente el escenario tan perverso y
espantoso de nuestros días y del que somos testigos desamparados.
Este desagradable
escenario es como un río desbordado que nos ahoga cada día, inundando nuestros
caminos, nuestras plazas, nuestras ciudades y todo el mundo. Los canales de
televisión y las estaciones de radio están contaminados por una cloaca de
mentiras, donde no hay ninguna referencia a Dios para edificación de la
sociedad; además, tenemos a nuestro alrededor promotores de conquistas fáciles,
como los políticos y hombres de estado, poco gratificantes, que, al
servicio de hábiles direcciones, hacen falsas promesas que poco después
se convierten en nada.
La crisis que se previó y se dio a conocer en 1917 está ahora
floreciendo a gran escala: poco menos de un siglo después nos encontramos en la
cuenta atrás para reducir estos tiempos de iniquidad, tiempos preparados por
los falsos mitos de la ciencia que, más que nunca, se atreven a desafiar la
creatividad omnipotente de Dios mediante la modificación y la anulación de la
ley natural, basada en la acción procreadora de la familia, que es la única
fuente de vida y la única escuela de valores perennes y universales.
Una desorientación que es provocada, que desplaza las mejores
conciencias y que confunde las más rigurosas inteligencias, que está cegada por
un lujurioso deseo de poder y fama, que es llevada por el mal camino mediante
una ilusión satánica llena de falsas promesas, que parten de que debemos ser
fieles hasta el final en el servicio de los bienes. Nuestra Señora habló a los
tres pequeños pastorcillos con objeto de “eliminar el orgullo de nuestros
corazones y exaltar la humildad”, en un momento de apostasía militante con
objeto de anular el dogma de la Fe y de tumbar verdades absolutas. La Iglesia
sufre por la traición de sus ministros que, habiendo sido absorbidos por la
vorágine de la corrupción, sacan a sus ovejas fuera del redil, y las dejan
indefensas para discernir la voz de su pastor.
Nos encontramos ahora en el umbral de la Gran Promesa de Fátima, de
aquella Mujer Vestida de Sol, en el amanecer de una nueva era de paz: Ella,
quien triunfará gracias a un repentino y misterioso acto, que revestirá a la
humanidad con una nueva luz, la radiante luz del Inmaculado Corazón de María,
Esposa de Cristo, quien reza continuamente, llora y sufre con Su Iglesia por la
pérdida de Sus hijos, suspirando hasta el último momento por su salvación, como
hace una madre en el momento de dar a luz una nueva vida.
Francesca Bonadonna
Famiglia Domani
No hay comentarios:
Publicar un comentario