La celebración del Inmaculado
Corazón de María está relacionado con su Inmaculada Concepción, que es el dogma
de fe que declara, que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de
todo pecado desde su concepción. Fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de
diciembre de 1854.
La Inmaculada Concepción de la
Santísima Virgen María nos llama a la
purificación: ser puros para que Jesús resida en nosotros. Y nos
llama a la consagración al Corazón Inmaculado de María, lugar seguro para
alcanzar conocimiento perfecto de Cristo y camino seguro para ser llenos del
Espíritu Santo.
La fiesta del Inmaculado Corazón de María
sigue a la del Sagrado Corazón de Jesús. La primera vez que se menciona en el
Evangelio el Corazón de María es para expresar toda la riqueza de esa vida
interior de la Virgen :
“María conservaba estas cosas en su corazón”.
El corazón de María conservaba como un tesoro
el anuncio del Ángel sobre su Maternidad divina; guardó para siempre todas las cosas que
tuvieron lugar en la noche de Belén, o la adoración de los pastores ante el
pesebre, y la presencia, un poco más tarde, de los Magos con sus dones,… y la
profecía del anciano Simeón, y las preocupaciones del viaje a Egipto.
Más tarde, el corazón de María sufrió por la
pérdida de Jesús en Jerusalén a los doce años de edad, según lo relata San Lucas en el evangelio. Pero
María conservaba todas estas cosas en el corazón….
Jamás olvidaría los acontecimientos que
rodearon a la muerte de su Hijo en la
Cruz ,
ni las palabras que le oyó decir: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Y al mirar a Juan
ella nos vio a todos nosotros. Vio a todos los hombres. Desde aquel momento nos
amó con su Corazón de madre, con el mismo Corazón que amó a Jesús.
Pero María ejerció su maternidad desde antes
que se consumase la redención en el Calvario, pues Ella es Madre nuestra desde
que prestó su colaboración a la salvación de los hombres en la Anunciación.
En el relato de las bodas de Cana, San Juan nos revela un rasgo verdaderamente
maternal del Corazón de María: su atenta disposición a las necesidades de los
demás. Un corazón maternal es siempre un corazón atento, vigilante.
La devoción al Corazón de María no es una devoción más. Nos lleva
a aprender a tratar a nuestra Madre con más confianza, con la sencillez de los
niños pequeños que acuden a sus madres en todo momento: no sólo se dirigen a
ellas cuando están en gravísimas necesidades, sino también en los pequeños
apuros que le salen al paso. Las madres les ayudan a resolver los problemas más
insignificantes. Y ellas – las madres – lo han aprendido de nuestra Madre del
Cielo.
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