- CORAZONES ABIERTOS
El lenguaje poético y simbólico al que recurre
Jesús pretende interrogar al oyente sobre cómo se sitúa él mismo ante la
llegada del Reino.
El Señor se encuentra en la orilla del
lago, subido en una barca y lanza su propuesta. Entender el mensaje exige una
disposición mínima por parte del corazón de quien le escucha. En su relato,
sólo una cuarta parte de la semilla esparcida brota y da fruto abundante. Es
como si Dios, el Creador, expresase su dificultad a la hora de conectar con el
hombre, la criatura. Dios nos sigue hablando hoy. Un corazón embargado por los
afanes de la vida, endurecido por vivir sólo centrado en sí mismo, o rehén de
una pertinaz superficialidad, se hace incapaz de percibir la presencia de Dios
y de acoger su propuesta y su Palabra.
Entender el mensaje exige una disposición mínima por parte
del corazón de quien le escucha. En su relato, sólo una cuarta parte de la
semilla esparcida brota y da fruto abundante. Es como si Dios, el Creador,
expresase su dificultad a la hora de conectar con el hombre, la criatura. Dios
nos sigue hablando hoy. Un corazón embargado por los afanes de la vida,
endurecido por vivir sólo centrado en sí mismo, o rehén de una pertinaz
superficialidad, se hace incapaz de percibir la presencia de Dios y de acoger
su propuesta y su Palabra.
Parece que todo el interés que Dios pone para sublimar el
corazón del hombre, éste lo desprecia, o lo deja desvanecerse como algo ajeno o
indiferente. Los creyentes, que somos hijos de nuestro tiempo, podemos contagiarnos
de los males que asolan la capacidad de abrirse a la trascendencia de nuestros
contemporáneos. La parábola del sembrador se puede convertir, para nosotros, en
un buen índice de cómo vivimos nuestra relación con Dios y si estamos acogiendo
su mensaje y dando fruto. No nos debe preocupar que demos ciento, sesenta o
treinta, lo importante es que podamos decir, como san Pablo: La
gracia de Dios no ha sido estéril en mí.
Lo que tenemos por cierto es que, si nuestro corazón está
preparado, seguro que fructificará. Así lo recuerda el profeta Isaías,
comparando la fuerza de la palabra de Dios con la lluvia que hace germinar la
semilla esparcida por el sembrador: «Así será la palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo» (Is 55,
11). El Señor, a través del don de la fe que hemos recibido, ha puesto un
germen en nuestro corazón que nos permite comprender y acoger la iniciativa de
Dios y responder a ella.
La misma explicación de la parábola expresa la comprensión
de los misterios de Dios que el Espíritu Santo desarrolla en el corazón de la Iglesia. Los
discípulos de Jesús preguntarán sobre el significado de las parábolas, pues no
han recibido aún el Espíritu Santo y su entendimiento no se ha abierto
plenamente. Eso sucederá en la
Pascua y en Pentecostés, momentos de los que nosotros hemos
sido ya partícipes y que nos ayudan a comprender la exigencia de ser
evangelizadores y dar fruto abundante. Ser fieles al don de la fe recibida, nos
capacita para participar con ilusión, generosidad y fecundidad en la
construcción del reino de Dios.
http://www.alfayomega.es/Revista/2014/889/09_evangelio.php
No hay comentarios:
Publicar un comentario