-¿Cómo surgió la idea de abordar los misterios de María?
-Es el segundo libro: «Ave María», (Romana-LEV), una visión completa de
la Virgen María de. Marco Pozza (Thiene, Vicenza, 1979), teólogo, periodista y
capellán de la cárcel de Padua (Italia). El primero fue una oración sobre la
paternidad y este está referido a la maternidad. Son las oraciones que
aprendemos de niños. Era importante volver a tomarlas; entenderlas de nuevo,
desde el origen, desde su verdadero sentido. Era importante que no fuera un
sentido mecánico. Hemos tratado de reflexionar sobre ello.
-¿Qué imagen de María se refleja en este libro?
-Es la imagen de una mujer con tres características: la primera, la
normalidad. María es una mujer normal, como cualquier otra. La segunda, que
tiene la capacidad de sorprenderse, de asombrarse. Y la tercera, que tiene
inquietudes, que, como dice el Papa Francisco, esta característica forma parte
de la raíz de la santidad. Soy párroco de la cárcel de Padua y debo decirle que
los presos rezan a María, incluso aquellos que no rezan a su Hijo. Es una mujer
que supera todas las divisiones y que es capaz de hablarle al corazón de los
hombres, sean creyentes o no, ¿por qué?, porque es madre.
-¿Sería la figura de la Virgen María del año cero la misma en 2018?
-Sería la misma persona que la que nos narran los Evangelios. Es un tipo
de persona que, por su modo de ser, nunca envejece, que por estas tres
características ofrece un ejemplo que permite entender a las personas que
pueden ser santas con el modelo de María, con normalidad.
lo que sí trasciende de lo que nos cuentan los Evangelios sobre ella es
que era una mujer con criterio. Hay un pasaje en el Evangelio donde María no
dice: «Soy la esclava del Señor», sino que dice: «Soy la sierva del Señor». Es
decir, no es esclava, sino que está al servicio. Asume un compromiso.
-¿Cuál cree que es el papel de la mujer en la Iglesia del siglo XXI?
-Hay una cosa muy curiosa en la figura de la Virgen María que pienso que
podría ser de gran ayuda hoy a la Iglesia. En las Sagradas Escrituras, cuando
Dios se «aburre» de los hombres, reinicia o retoma siempre a partir de una
mujer, porque la mujer tiene la capacidad de mirar más allá de la apariencia de
las cosas.
¿Cuál debería ser el papel de la mujer en la Iglesia? Debería ser el
mismo papel que tiene María, que es el poder ser interlocutor con su Hijo. Hoy
la Iglesia añade afectividad a su discurso, que hace pasar el mensaje más eficazmente
que cuando solamente se habla con el lenguaje lógico a la cabeza,
predominantemente masculino. La mujer habla al corazón, y el hombre,
normalmente, lo hace al pensamiento, a la cabeza. La mujer es capaz de hablar
al corazón. Seguramente, este mensaje afectivo no es un mensaje lógico, por
tanto no responde a los criterios de la lógica, que son más fáciles de gobernar
o entender, y eso puede crear una cierta incertidumbre.
-Es el segundo libro que escribe ¿qué ha cambiado desde el «Padre Nuestro»?
-No es una entrevista, es una conversación, es algo más íntimo. Existe
una sintonía mayor entre los que dialogan. Sería parecido a una conversación
entre un abuelo, el Papa, y su nieto que le dice: «Querido abuelo, hace tiempo
me contaste una historia. Me gustaría que me la volvieras a contar, poniéndome
ejemplos y matizando las cosas para que yo lo entienda bien». Me sorprenden dos
cosas de esta conversación con el Papa Francisco: la primera, que la Teología
de Francisco es una Teología pegada a la realidad, de manera que habla de Dios
con ejemplos cotidianos y de María como si fuera la vecina de la puerta de al
lado; la segunda, que el Santo Padre no esconde las miserias que hay en la
vida, en la Historia, como el drama de las Madres de la Plaza de Mayo o la
presencia del Maligno en la vida, y en la Iglesia. Y también habla de la
muerte, sin acritud, sin un lenguaje tenebroso, sino con serenidad. Me
impresionó mucho, porque me dijo que cuando él piensa en la muerte, lo hace
como algo que te obliga a poner orden en tu vida. Esa filosofía de «Vive este
día como si fuera el último». Y a esto le añade la pasión y el entusiasmo de
pensar: Si este fuera el último día de mi vida, ¿qué haría?, haría la cosa más
hermosa, lo mejor.
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