“…el bacilo
marxista infectó todo el discurso intelectual occidental y hoy las universidades de ciencias sociales son,
con escasas excepciones, meras escuelas de adoctrinamiento marxista…Basado
en la agresividad reivindicativa de minorías, política de género, inmigración
liquidadora de identidades europeas, destrucción de tradiciones y anclajes
culturales y afectivos e imposición de su agenda. Se combate toda discrepancia
con su arma letal de la corrección política y la más brutal intolerancia. Y
todo asumido con ceguera suicida por las fuerzas políticas moderadas”…
EL 3 de junio
de 2008 y a iniciativa del escritor, disidente y presidente checo Vaclav Havel,
una de las máximas referencias morales de Europa desde la II Guerra Mundial, se
publicaba la «Declaración de
Praga» que instaba a tratar al comunismo igual que a la otra ideología
criminal, el nazismo. Pero en los círculos políticos, mediáticos y culturales
de la Europa occidental muchos no querían asumir la muy clara equiparación
asesina de ambas ideologías. Había razones. El nazismo había sido derrotado sin
paliativos. Pero el comunismo había logrado, incluso tras la caída del muro,
una eficaz metamorfosis para evitar la catástrofe histórica que muchos creyeron
consumada. En el Tercer Mundo lo logró con su vertiente indigenista y
antiimperialista del Foro de Sao Paulo.
El
marxismo, hundido como proyecto ideológico práctico por sus sangrientos y
criminales fracasos en todo el mundo, había cambiado de formas de actuación,
simbología y estrategia. Pero manda.
Aquellos
intelectuales que, con Marcuse, se lo habían llevado antes de la guerra a
«tunearlo» en universidades norteamericanas, para los años sesenta ya estaban
en Europa de vuelta iniciando el asalto a las universidades. Aquella Escuela de
Frankfurt se convirtió después con Habermas y los suyos en el bacilo marxista
que infectó todo el discurso intelectual occidental y elaboró el nuevo discurso
multicultural y antiplural, antioccidental que ha vaciado las resistencias del
sistema de valores de la sociedad abierta. Hoy las universidades de ciencias sociales
son con escasísimas excepciones meras escuelas de adoctrinamiento marxista.
Basado en la agresividad reivindicativa de minorías, política de género,
inmigración liquidadora de identidades europeas, destrucción de tradiciones y
anclajes culturales y afectivos e imposición de su agenda. Se combate toda
discrepancia con su arma letal de la corrección política y la más brutal
intolerancia. Y todo asumido con ceguera suicida por las fuerzas políticas
moderadas.
Los esfuerzos
de probidad e integridad intelectuales de Havel y tantos heroicos resistentes a
nazismo y comunismo son historia. Y la mediocridad socialdemócrata ha aceptado
la supremacía del discurso neomarxista que combate con fiereza tanto la verdad
histórica como todo intento de cuestionar su hegemonía. Quien lo haga es
tachado de nazi o ultraderechista. Individuos, grupos o gobiernos que intentan
buscar vías alternativas son aislados, difamados, acosados.
Aquí en
España lo tienen aun más fácil. La miserable Ley de Memoria Histórica de
Zapatero es un crimen contra la verdad histórica y contra la integridad de la
sociedad española. Los españoles son obligados a nutrirse de mentiras
convenientes para las fuerzas totalitarias que perdieron la guerra y quieren
revancha contra todo el que no se doblegue. Aun así, hay motivos para la
esperanza para quienes creen en el hombre libre como imagen de Dios y en la
fuerza del espíritu que tantas veces ha salvado a Occidente de esclavitudes
como la que amenaza al final de este nuevo experimento con humanos. Miren a los
ojos a sus seres queridos y sentirán que somos capaces de superar esta hora
estelar del oprobio y la vileza. Como tantos anteriores.
Extractos del artículo “Horas estelares de la vileza”
de HERMANN TERTSCH, publicado en ABC 01.08.17