…" tenemos una Madre en el cielo que sigue colaborando en su papel corredentor junto a su Hijo por la salvación del mundo. Ella lo hace con su corazón de madre, de mujer, viviendo de alguna manera misteriosa en sí misma el dolor que tantos hombres padecen en nuestro tiempo. Ella no es ajena a nada de lo que nos sucede. Ella está junto a nosotros con un amor como ninguno otro. Ella se ocupa de nuestra suerte, y sobre todo de nuestra salvación eterna."
….. "la esperanza cierta del pueblo cristiano ha de estar puesta en la regeneración
del mundo, el cual está ya rescatado por la sangre de Cristo, pero que ha de
pasar por una prueba final antes de que Él reine. Esta redención ya se ha
operado en María Santísima. Mirándola a ella asunta en cuerpo y alma tenemos el
modelo de nuestra propia salvación y la del mundo entero. Mirándola a ella podemos desechar toda solución
social, cultural y política que quiera construir el mundo actual sobre
principios que ponen al hombre en lugar de Dios y contra Dios, sobre ideologías
cerradas absolutamente al horizonte grandioso de la Revelación cristiana y
de la fe católica."
La fe católica nos
enseña que por el misterio de la comunión de los santos, aquellos
que han llegado a la visión beatífica se encuentran unidos a los que nos
encontramos en camino hacia la
Patria eterna. En efecto, la misma lectura del
libro del Apocalipsis, con la interpretación que nos viene sugerida por la Sagrada Liturgia
al poner este pasaje en este día, nos muestra a la Santa Madre de Dios
vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y en su cabeza, una corona de 12
estrellas. El significado simbólico, y no por eso irreal, apunta al
cumplimiento, en la
Virgen María , de las
esperanzas y las promesas del pueblo elegido de Israel. María
Santísima personifica, por ser Madre de Cristo y de la Iglesia , por ser Reina del
mundo, toda la gloria de la Iglesia , y la victoria
definitiva sobre el Dragón apocalíptico que consigue el Hijo
de la mujer, Jesucristo Nuestro Señor. Igualmente ella, su Madre, es la
vencedora de Satanás, a quien aplasta su cabeza, cumpliendo así la promesa del
Génesis.
Cuando el Santo Padre
Pío XII proclama el dogma de la
Asunción , en 1950, tenía ante sí un mundo occidental en
ruinas.,,,, este contexto dramático –que el tercer secreto de Fátima pone de
relieve– es el que el Papa Pío XII tenía ante sus ojos cuando proclama el dogma
de la Asunción
de la Virgen María
al cielo. ¿Constituye este acto un hecho aislado, propio de la piedad del
Pontífice y del pueblo cristiano, que nada tiene que ver con todo lo que había sucedido
y habría de venir? Precisamente el dogma de la comunión de los santos nos
enseña lo contrario. María Santísima no permanece de ninguna manera indiferente
a la marcha concreta del mundo. El misterio de su Asunción constituye una luz clara y
diáfana para un mundo envuelto en tinieblas y en sombras de muerte, el cual, de alguna manera, gime con
dolores de parto incapacitado de salir del camino por donde se ha adentrado.
En este contexto, ¿qué
significado tiene entonces el dogma de la Asunción ? Comencemos recordándolo: «La Virgen Inmaculada ,
terminado el curso de la vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria
celestial; y fue enaltecida por el Señor como Reina del universo, para que se
asemejara más plenamente a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte» (LG
59). Es así que la Asunción
de la Santísima
Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su
Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos, es decir,
un preanuncio de aquello a lo que está llamado a vivir el mundo cuando la Redención operada por
Cristo pase a la historia. La tradición de la Iglesia muestra que este
misterio está enraizado en la singular participación de María en la misión de
su Hijo. Y la misma tradición ve en la
maternidad divina la razón fundamental de la Asunción. Es esta
maternidad divina, la que haciendo de María la residencia inmaculada del Señor,
funda su destino glorioso, su asunción al cielo.
¿Qué conclusiones se
pueden sacar de lo expuesto? La primera tomémosla de
una oración que dirige el Papa Pío XII a María Santísima después de la
proclamación del dogma. Dice así dirigiéndose a la Virgen : «Tenemos la
vivificante certeza de que vuestros ojos que han llorado sobre la tierra regada
con la sangre de Jesús, se volverán hacia este mundo, atormentado por la
guerra, por las persecuciones y por la opresión de los justos y los débiles, y
entre las tinieblas de este valle de lágrimas, esperamos de vuestra celeste luz
y de vuestra dulce piedad, alivio para las penas de nuestros corazones y para
las pruebas de la Iglesia
y de la patria». Esto quiere decir para nosotros que tenemos una Madre en el
cielo que sigue colaborando en su papel corredentor junto a su Hijo por la
salvación del mundo. Ella lo hace con su corazón de madre, de mujer, viviendo
de alguna manera misteriosa en sí misma el dolor que tantos hombres padecen en
nuestro tiempo. Ella no es ajena a nada de lo que nos sucede. Ella está junto a
nosotros con un amor como ninguno otro. Ella se ocupa de nuestra suerte, y
sobre todo de nuestra salvación eterna.
La segunda: de
un texto fundamental del Concilio Vaticano II, «La Madre de Jesús, de la misma
manera que ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma es la imagen y
principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el siglo futuro,
así en esta tierra, hasta que llegue el Día del Señor, antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante,
como signo de esperanza segura y de consuelo». (LG 68). Esto quiere
decir que la esperanza cierta del pueblo cristiano ha de estar puesta en la
regeneración del mundo, el cual está ya rescatado por la sangre de Cristo, pero
que ha de pasar por una prueba final antes de que Él reine. Esta redención ya
se ha operado en María Santísima. Mirándola a ella asunta en cuerpo y alma
tenemos el modelo de nuestra propia salvación y la del mundo entero. Mirándola
a ella podemos desechar toda solución social, cultural y política que quiera
construir el mundo actual sobre principios que ponen al hombre en lugar de Dios
y contra Dios, sobre ideologías cerradas absolutamente al horizonte grandioso
de la Revelación
cristiana y de la fe católica.
Schola Veritatis
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